Cuando España no quiere su vacuna
Todos los días me hago el propósito de no escribir contra este Gobierno, busco con más frecuencia de lo habitual algo positivo que merezca ser comentado, pero no consigo hallarlo
Todos los días me hago el propósito de no escribir contra este Gobierno, busco con más frecuencia de lo habitual algo positivo que merezca ser comentado, pero no consigo hallarlo. Al contrario, releyendo noticias de estos días me encuentro con el lamento del virólogo e investigador Luis Enjuanes, quien, tras meses y meses de investigación, ha logrado una vacuna contra la covid y ya nadie le presta atención y, sobre todo, lo tiene abandonado el Gobierno central, competente en esta materia. En España investigar es llorar. Enjuanes había logrado una vacuna eficaz y novedosa. Ya no quieren oír hablar de ello. Eso sí, se les llenará la boca sobre la «resiliencia» y todos los eufemismos con los que quieren aparentar modernidad cuando en realidad son el rostro de la más antigua pasión por detentar poder y ejercerlo de la peor manera posible: arbitrariamente. Las escasas compañías farmacéuticas españolas que decidieron arriesgar tiempo, talento y dinero para ofrecer soluciones a la pandemia de la covid solo han recibido patadas de las autoridades. Eso es lo que diferencia a los países que progresan de los que arrastran los pies. España es una gran nación en muchos terrenos, pero nuestras élites dejan bastante que desear: unas porque no se comprometen en el bien común y otras porque acaban favoreciendo que nos gobiernen los peores. ¿Cuántas veces les he dicho esto? Demasiadas, pero hay que seguir repitiéndolo para que se entere la inmensa mayoría, aunque ya entenderá el lector el tedio que arrastra quien escribe cuando busca con la lámpara de Diógenes al hombre y su buena noticia.