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Perro come perroAntonio R. Naranjo

En Pedrolandia nadie se muere ni está en el paro

La manipulación de la realidad de Sánchez comenzó en el CIS y ha culminado en los tanatorios y el SEPE

Actualizada 01:30

Ahora un parado es un fijo discontinuo, como durante la pandemia aprendimos a llamar a los muertos, escondidos por el Gobierno, «vivos en cese de actividad». Nadie aparece ya en las estadísticas oficiales de Sánchez si contradicen su versión paralela de la realidad, que también es un eufemismo benévolo de la mentira que le define con la misma precisión que la sangre a Drácula o la gacela al león.

La manipulación del lenguaje no es un invento de Sánchez, que no sabe tampoco quién es Orwell pero explora la neolengua como nadie desde que el Reich llamara «solución final» al exterminio o «traslado» a la deportación masiva de judíos en los trenes de la muerte.

No comparo las consecuencias, pero sí las técnicas: en España hay casi 3.5 millones de personas apuntadas en el SEPE, que es el antiguo INEM pero con gente tocándose el níspero en casa por eso del teletrabajo; y al menos otro millón padece el limbo del contrato fijo discontinuo, que convierte a un socorrista en paro en un trabajador activo para que Yolanda Díaz pueda decir que su reforma laboral funciona.

También hay miles de autónomos sin actividad o facturando tres duros, cientos de miles de empleados con contratos basura o a tiempo parcial, decenas de miles de pequeños comercios zombi, de empresas familiares tiritando y de pymes en pérdidas o en concurso de acreedores, pese a que de todos ellos depende el 90% del empleo y de los ingresos fiscales de España.

Pero esa realidad, que detectan el olfato de cualquiera y su experiencia personal pero además confirman los datos oficiales escondidos en la espuma de la propaganda, y cualquiera puede consultar; se pierde en el metaverso optimista que el Gobierno repite con la inestimable ayuda de los medios de comunicación pastueños y de la Cosa Nostra sindical, untada como nunca para cerrar el círculo y enfrentar a las víctimas, que son los trabajadores y las empresas a la vez, y cubrir la espalda a su verdugo común, que es Pedro Sánchez.

Un país se puede recuperar de cualquier cosa, incluso de la ruina moral y económica que dejan por única herencia políticos sin escrúpulos como el presidente actual y su equipo de bulímicos del abuso, pero tiene más difícil superar la degradación de sus instituciones, la manipulación de los procedimientos y el asalto a los contrapoderes si se convierten en costumbre y carecen de una réplica firme.

Y eso es lo que ocurre ya en España. En apenas una semana Europa nos ha advertido del mamoneo, descontrol y despilfarro de los Fondos Next Generation; el Banco Central ha señalado que el demagógico impuesto bancario encarecerá la factura de los usuarios; la Audiencia Nacional ha paralizado la liberación de terroristas con delitos de sangre y el 90 por ciento del gremio judicial ha protestado por el abordaje y la parálisis que Sánchez lleva perpetrando tres años para controlar la Justicia y que la sedición sea más constitucional que defender la Constitución.

Y no ha pasado gran cosa. O sí: además tenemos que creernos, por decreto, que el hijo parado, el comercio cerrado, el autónomo exhausto, el amigo a media jornada o la empresa arruinada no existen y que, en los mundos de Pedro, solo sufren los fascistas y por vicio.

Tezanos parecía un demonio, pero solo era un ensayo: manipular las cifras de intención de voto no es nada al lado de esconder muertos reales y parados de carne y hueso para que nadie le estropee la fiesta a nuestro Calígula de saldo.

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