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Agua de timónCarmen Martínez Castro

Sánchez, «derrochólico» eres tú

En dura pugna de despropósitos, el Ministerio de Transición Energética ha subido aún más la apuesta por la burricie con otra campaña

Actualizada 01:30

Pedro Sánchez ya nos ha explicado que él sabe gastar nuestro dinero mucho mejor que nosotros mismos. Por eso para él cualquier subida de impuestos es obligada, se pongan como se pongan Guindos o el Banco Central Europeo. Pagamos más y más impuestos para que él, su recua de ministros y su ejército de asesores sigan gastando sin freno y, por lo visto, sin sentido común.

Este año, el gasto en publicidad se ha multiplicado por cuatro respecto al que había durante Gobierno del Partido Popular. El sedicente Gobierno de la gente nos espera agazapado desde cualquier rincón mediático dispuesto a instruirnos sobre todo lo que debemos hacer para ser buenos ciudadanos: ponernos la cuarta vacuna del COVID, no abusar de los antibióticos, hacer uso del intermitente al conducir, no fumar, apuntarnos a la jubilación activa y así hasta el infinito.

Entre tanta publicidad gubernamental hay dos campañas que merecen ser destacadas. Una es del Ministerio de Cultura que dirige – o al menos cobra por ello- Miguel Iceta. Dice el Ministerio que en España hay «hambre de cultura». En un país en el que, según Cáritas, un tercio de las familias está recortando sus gastos en alimentación por la brutal subida de precios, esta ocurrencia de Iceta merece que se le aplique el mismo tratamiento que Nicolás Redondo le endosó en su día a Felipe González: «tiene la misma sensibilidad social que una almeja».

En dura pugna de despropósitos, el Ministerio de Transición Energética ha subido aún más la apuesta por la burricie con otra campaña que supuestamente anima al ahorro energético. El eje de esta es que los ciudadanos somos unos derrochadores compulsivos de energía; unos derrochólicos según la ocurrencia del desnortado publicista, al que ningún asesor de ministerio ha sido capaz de frenar con una simple llamada al sentido común.

El Gobierno ha cerrado, e incluso derruido, las centrales de carbón, mantiene el calendario de cierre nuclear, dejó morir el proyecto del Midcat y ha conseguido que Argelia nos suba el gas por una torpeza diplomática, pero tiene el desahogo de decirnos que la culpa del precio de la luz es nuestra. Nos está sugiriendo que si ponemos el lavavajillas medio vacío o no instalamos placas solares en la azotea somos una suerte de leprosos sociales merecedores de terapia. Si pretendían inspirarse en aquel gran lema de los años setenta, «aunque tú puedas, España no puede», la copia les ha salido como la restauración del Ecce Homo de Borja.

Con todo lo más obsceno de la ocurrencia es el Gobierno más manirroto de la historia emplee nuestro propio dinero en reñirnos por derrochar. Con lo convincente que sería ver a nuestro Presidente con su voz engolada liderando la campaña: «Hola, soy Pedro Sánchez y soy derrochólico. Viajo en Falcon y Superpuma hasta a la boda de mi cuñado. Muevo una flota de 20 vehículos cuando me desplazo por España y mantengo el Gobierno más caro de la historia».

¡Ánimo, Presidente! De derrochar el dinero público, también se sale.

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