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Agua de timónCarmen Martínez Castro

Las cuentas y los cuentos

Tenemos un Gobierno social-comunista que nos achicharra a impuestos y pretende convencernos de que lo hace por nuestro bien. Con ese mantra, Sánchez aspira a dar la vuelta a los abucheos que recibe en la calle y en las encuestas

Actualizada 01:30

Cuando parece que los laboristas van a volver al Gobierno británico gracias al furioso proceso de autodestrucción emprendido por los tories, conviene recordar que Tony Blair basó el largo periodo de hegemonía política del laborismo en un principio fundamental: la competencia económica es la condición previa de la justicia social. Sin una economía saneada no puede haber políticas sociales o estas acaban colapsando. Quien mejor aplica hoy esa doctrina es el primer ministro portugués, el socialista António Costa, que acaba de liderar allí un pacto de rentas, mientras que aquí Sánchez lo sabotea diariamente.

Los españoles ya experimentamos en carne propia lo acertado de este principio cuando toda la propaganda de Rodríguez Zapatero sobre sus políticas sociales, tan similar a la actual, acabó naufragando con estrépito en una gestión económica que situó a España al borde de la quiebra. La mayor escalada en el índice Gini de desigualdad se produjo con el gobierno socialista entre 2008 y 2012 y fue Zapatero, no Rajoy, quien se vio obligado a bajar el sueldo a los funcionarios y congelar las pensiones de los abuelos.

Ahora tenemos otro Gobierno social-comunista que nos achicharra a impuestos y pretende convencernos de que lo hace por nuestro bien. Con ese mantra Sánchez aspira a dar la vuelta a los abucheos que recibe en la calle y en las encuestas. Su maniqueo es simple, pero tramposo: más impuestos equivalen a más Estado de Bienestar y quienes proponen bajar impuestos lo que persiguen es desmantelar el Estado de Bienestar.

Pero las cuentas se empeñan en llevar la contraria a los cuentos de Sánchez. Tres de las Comunidades Autónomas donde los ciudadanos pagan más impuestos –Cataluña, Aragón y Extremadura– son también las tres que presentan unas listas de espera quirúrgicas más altas. Ninguna de ellas destaca tampoco en los índices PISA de calidad de educación que tradicionalmente ha liderado Castilla y León.

Los impuestos son necesarios para sufragar los servicios públicos, pero pagar muchos impuestos no garantiza una mejor atención; para eso se precisa, ante todo, una gestión eficaz de esos recursos. Para un Gobierno incompetente y manirroto, ningún ingreso es suficiente.

En 2018, después de los famosos recortes, la sanidad española resultaba ser la mejor del mundo según el Foro Económico Mundial y la satisfacción de los españoles con la atención que recibían era incluso superior a la que declaran hoy.

Es cierto que fuimos los más golpeados por la pandemia y estamos siendo los más retrasados en salir de ella, pero no por una sanidad pública desmantelada o ineficiente, sino por un gobierno muy deficiente que ahora es capaz de poner en riesgo hasta la llegada de fondos europeos con sus torpezas.

Al igual que Zapatero, Sánchez se ha convertido en un yonqui del gasto con la excusa de las políticas sociales. Cuando le escuche el cuento de que dedica 2.000 millones a subvencionar calefacciones o que lleva gastados 10.000 millones en ayudas de todo tipo, haga usted la cuenta de que le lleva pagado más del doble con la recaudación extraordinaria de impuestos. Y todavía se los quiere subir más.

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