Sánchez gana, España pierde
El contubernio de Sánchez con Podemos y el apoyo sin matices a la indocumentada ministra de piel fina y rostro de hormigón armado, le hace aún más cómplice y más responsable del daño causado a las agredidas sexualmente que son las auténticas víctimas
Sánchez definió la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado, PGE, en el Congreso como «una victoria del entendimiento» cuando en realidad fue una apoteosis de la infamia. Durante el llamado «superjueves» legislativo que desembocó en el «viernes negro» para España, el presidente del Gobierno con menos escrúpulos y principios que ha pasado por Moncloa, consiguió sacar adelante las cuentas públicas del Estado más caras, en lo económico y político, de la democracia.
Estos PGE pasarán a la historia no tanto por sus cuestionables y criticadas previsiones económicas que también, como por ser «los presupuestos de la sedición y de la expulsión de la Guardia Civil de Navarra».
Ese ha sido el precio pagado por Sánchez a los independentistas de ERC y Bildu a cambio de sus votos para atrincherarse en el poder lo que queda de legislatura y la próxima. Sánchez se ha garantizado con su penúltima cesión a los independentistas mantenerse en el Gobierno los próximos años si los resultados electorales le permiten fraguar la misma mayoría Frankenstein de populistas, comunistas, separatistas y herederos de ETA, con los que ha perpetrado el último varapalo al Estado de derecho.
Además lo ha hecho con nocturnidad, entrada la madrugada del viernes, y con alevosía después de que el portavoz de los golpistas, Gabriel Rufián, proclamase desde la tribuna del Congreso que con la eliminación del delito de sedición habían conseguido quitarle el juguete a los jueces fascistas. Ni Sánchez, ni nadie de su Gobierno, ni el resto de diputados socialistas hicieron gesto alguno de reprobación a la dentellada que el hooligan separatista acababa de propinarle al Tribunal Supremo que condenó a los independentistas que se alzaron contra la Constitución.
Muy al contrario, el grupo parlamentario «sanchista» protagonizó una burlesca e ignominiosa perfomance consistente en levantarse todos los diputados al unísono, nada más ser llamado el primero durante la votación nominal, para simbolizar juntos el apoyo sin fisuras a la supresión de la sedición y en defensa del «sanchismo leninista» que dijeron representar. Espero y deseo fervientemente que en el pecado lleven la penitencia y las urnas les pasen en sus predios electorales la factura pertinente por la indecencia política de modificar la ley para favorecer a los delincuentes que atentaron contra la unidad constitucional de España y por concederles a los herederos de ETA la prerrogativa de echar a la Guardia Civil de Navarra que fue, entre otros, uno de los objetivos que la banda terrorista pretendió obtener, sin conseguirlo, con sus crímenes. «No cabe mayor indignidad», había sentenciado un día antes desde la tribuna del Congreso Carlos García Adanero.
Así ha logrado Sánchez aprobar sus presupuestos. No ha sido la victoria del entendimiento sino la conquista de los que realmente gobiernan España y que, como se ha jactado Otegi, son los mismos que quieren romperla y le mantienen a él en el poder.
Con esta excrecencia política se ha blindado Sánchez en el Gobierno a costa de debilitar los instrumentos del Estado. La supresión de la sedición ya está en el horno y no tardará en caer la rebaja de la malversación para que financiar con dinero público una asonada separatista contra la Constitución o robar ese dinero para beneficiar al partido, a los conmilitones y a los amigos no sea delito.
Sánchez, ya es sabido, no tiene límites ni en mentir obscenamente ni en ceder ante sus socios políticos con tal de no dejar la Moncloa. Es la misma razón por la que no romperá con Podemos, ni desautorizará nunca a esa parte del Ejecutivo que no preside y que le reta con propuestas legislativas chapuceras como la que está permitiendo a los violadores salir de prisión y conseguir una rebaja de sus años de condena.
Su contubernio con Podemos y el apoyo sin matices a la indocumentada ministra de piel fina y rostro de hormigón armado, a la que pretenden convertir en víctima a pesar de haber impulsado de forma sectaria e irresponsable el bodrio jurídico que ha desprotegido a las mujeres frente a los agresores sexuales, le hace aún más cómplice y más responsable del daño causado a las agredidas sexualmente que son las auténticas víctimas, ellas sí, y por partida doble .