Contar la verdad es cosa de catastrofistas
Ya se sabe: que la realidad no distorsione lo que la publicidad y la propaganda construyen
El Gobierno de Sánchez se parece cada vez más a esos malos periodistas que primero ponían el titular escandaloso, rotundo, llamativo, para vender más revistas y periódicos y después redactaban la historia con mucha inventiva y escasa verdad. Solían decir con cinismo que «la verdad no te estropee un buen titular» .
Es el mismo cinismo que el «sanchismo» emplea para tratar de impedir que la realidad le fastidie lo que su propaganda mentirosa difunde a propósito de las cifras de paro; sobre su nefasta gestión de los Fondos de Recuperación Europeos o en relación con el hachazo fiscal a los del IBEX y a los que fuman puros en los cenáculos madrileños.
A riesgo de que Chiqui, Yoli, Nadia o el propio «Antonio» me tilden de catastrofista, agorero e incluso apocalíptico trataré de desmontar la realidad paralela en la que quieren instalarnos con su propaganda.
Es evidente que el Gobierno tras la reforma laboral manipula y maquilla la realidad del paro en España cambiando la manera de llamar a las cosas y modificando la estadística para ocultar a medio millón más de desempleados de los que el dato oficial reconoce.
El truco «sanchista» consiste en sacar de las estadísticas del paro a personas que no tienen trabajo, catalogadas como «ocupados en formación» o « buscadores de empleos específicos», además de los que aún siguen incursos en algún ERTE. Además engorda las estadísticas en positivo al considerar contratos indefinidos aquellos que eufemísticamente ahora llaman fijos discontinuos pero que no dejan de ser trabajadores temporales o a tiempo parcial con algo menos de precariedad laboral. Cobran el subsidio cuando no trabajan pero no computan como parados.
El empleo creado en octubre y por el que han sacado pecho Sánchez y Yolanda Díaz ha sido, como en los últimos seis meses, gracias al sector público que tiró del carro mientras la empresa privada estuvo ausente.
Cuando se presume de los datos de octubre sin contar que el 66 por ciento de los nuevos puestos de trabajo creados en nuestro país desde hace medio año corresponde a las administraciones públicas, se está haciendo trampas en el solitario y maquillando una realidad económica agravada por la mala gestión de los fondos europeos y por una constante presión fiscal que con la excusa de gravar a ricos, bancos y energéticas, terminamos pagando todos los ciudadanos.
En Bruselas, ya está acreditado, no se tiene idea de cómo gasta el dinero España. Así lo denunció la presidenta de la Comisión de Control del Parlamento Europeo hace días ante el descontrol y falta de transparencia sobre el reparto y destino de los Fondos Europeos cuya gestión ya fue cuestionada hace tiempo por Pablo Casado en Bruselas y el Gobierno y sus terminales mediáticas le tildaron entonces de antipatriota por criticarlo.
La Unión Europea le ha dado la razón ahora al exlíder del PP reconociendo el oscurantismo que hay respecto a la ejecución de los fondos y la necesidad de una auditoría digital que el Gobierno aún no ha presentado y que de no hacerlo antes de diciembre acabaría congelando el envío de más dinero a nuestro país. Bruselas duda del grado de ejecución de esos presupuestos y de cómo, a qué proyectos y a quienes se entregan.
Paralelamente el Banco Central Europeo (BCE) desaconseja el «impuestazo» a la banca y le pide a Sánchez que lo frene porque debilita a las entidades financieras, lastra su competitividad y, sobre todo, porque inevitablemente lo pagarán sus clientes, autónomos y pymes. Estos lo repercutirán a su vez en el precio de sus productos y servicios y acabará agravando la espiral inflacionista.
Con su dictamen, el BCE viene a decirle a Sánchez que es un irresponsable y un ignorante por incidir en una medida populista que agrada y contenta a la excrecencia Frankenstein que lo sustenta en el Gobierno mientras provoca efectos contraproducentes sobre la economía.
Cosa que debe importarle una higa a Sánchez y sus ministras Chiqui Montero y Nadia Calviño por el desdén y frivolidad con la que despacharon ambos toques de atención, restándole importancia sin ánimo de rectificar.
Me pregunto si la Unión Europea y el BCE no serán tildados también, más pronto que tarde, de catastrofistas, apocalípticos y agoreros por contravenir la cuestionada gestión económica de «su sanchidad» . Este es el último mantra-consigna-propagandístico de Moncloa que los ministros emplean contra los que auguran tiempos recios y difíciles en lo económico por culpa del mediocre quehacer del gobierno al que pertenecen. Ya se sabe: que la realidad no distorsione lo que la publicidad y la propaganda construyen.