El Rey pone a Sánchez en su sitio
Hay que leer entre líneas para entender el glorioso repaso del jefe de Estado al aspirante a presidente de la República de Sanchistán
Aunque para el aspirante a presidente de la República el Rey decorativo que le gustaría fuera Felipe le dio la razón, en su discurso navideño más complejo desde su llegada al trono, en realidad le dio un elegante varapalo, por momentos gozoso por la sutileza venenosa de sus palabras.
Sánchez, que echó de España al padre mientras devolvía a sus hogares a terroristas sin ápice de arrepentimiento e indultaba a insurgentes con nulo propósito de enmienda, tiende a pensar que todas sus ilegalidades, excesos y abusos inconstitucionales son constitucionales porque él lo dice.
Y, sensu contrario, se apropia de una Constitución que mancilla cuando le viene bien para, por ejemplo, justificar su obsceno asalto a la Justicia apelando al supuesto bloqueo inconstitucional que perpetra Feijóo; obviando que ni la prolongación del mandato del Consejo General del Poder Judicial ni desde luego del Tribunal Constitucional son ilegales por la sencilla razón de que, si lo fueran, no podría hacerse.
La ley ya prevé cómo actuar en el caso de que las obligaciones del Parlamento al respecto de la renovación de esas instituciones se atasque, y lo hace de una manera muy clara: si no llegan al consenso, que es muy elevado en términos aritméticos para intentar garantizar la autonomía judicial, se prolonga el mandato de los magistrados, víctimas de la falta de pactos y no culpables de su permanencia en el puesto.
Si ha habido, y hay, algo inconstitucional, ilegal o inmoral en toda esta historia; es el abordaje pirata que el Gobierno intenta desde 2018 contra un poder definitorio de la salud democrática de un país, con todo tipo de trampas para legalizar una ilegalidad mastodóntica: primero intentó cambiar las mayorías parlamentarias con una leyecita de medio pelo; después bloqueó el Poder Judicial con otra que le impide su normal funcionamiento; más tarde coló una enmienda fraudulenta en una reforma ajena a la materia en cuestión y ahora ultima otro atraco leguleyo para doblegar al penúltimo bastión del Estado de Derecho.
El último es el Rey. Y el Rey habló de defender la Constitución, del derecho de todos los españoles a decidir su futuro, de la vigencia del espíritu del 78 y de la imperiosa necesidad de cuidar esa mercancía delicada que es la convivencia, mimada en la Transición.
Pensar que Felipe VI estaba alineándose con la burda cháchara sanchista al respecto de la supuesta inconstitucionalidad de Feijóo o de los «magistrados conservadores», es una osadía y una frivolidad en las que Sánchez incurrirá por esa mezcla supina de cinismo y caradura que le caracteriza.
La realidad es que, si el Rey defiende la Carta Magna, la unidad de España y el «Régimen del 78»; está lanzando un mensaje contundente en el fondo y ejemplar en las formas contra un Gobierno que desafía a esos tres pilares y depende de una coalición antisistema incompatible con la Constitución.
Que Moncloa revise con anticipación el discurso navideño de Zarzuela refuerza la idea de que Sánchez cree que la intervención de Don Felipe rema a su favor. Pero que glosadas una a una las mejores frases del Rey sean una evidente enmienda a la totalidad de lo que representan Podemos, ERC, Bildu y este PSOE echado al monte, ofrece una esperanza: o el jefe del Estado le ha colado un gol por la escuadra al arrogante presidente del Gobierno; o le ha lanzado una advertencia gloriosa envuelta en una retórica irreprochable.
En ambos casos, España sale ganando.