De Nicolás Redondo al nacionalista de los fulares
El sindicalista de hierro que ha muerto presentaba dos virtudes sobre los líderes actuales de las centrales: era coherente y era antiseparatista
El baracaldés Nicolás Redondo Urbieta, sindicalista clásico que se pasó 18 años al frente de la UGT, se ha muerto en Madrid a los 95 años. Fue un hombre aferrado a un socialismo camp, de clase, que no encajaba en una economía abierta, como es la española ya desde finales de los años sesenta. Pero desde luego lo adornaba una gran coherencia con sus ideas, por obsoletas que fuesen, actitud que ya no se estila en la política española (y menos entre quienes dirigen hoy las centrales sindicales, que han vendido a los currantes por un plato de subvenciones gubernamentales y que hacen gala de un inexplicable síndrome de Estocolmo ante el separatismo).
Redondo dejó el escaño que ostentaba por el PSOE en 1987, en disconformidad con unos presupuestos de Felipe González que consideraba poco socialistas (o más bien antisocialistas). Acto seguido, el 14 de diciembre de 1988 le armó una huelga general épica, que hasta viró a negro la pantalla de TVE. Luego todavía organizó dos más, en 1992 y 1994. Es decir: antepuso sus principios socialistas, tal y como él los entendía, a la disciplina del partido, al entender en conciencia que el PSOE estaba traicionando a la causa. Supone una notabilísima diferencia con la servidumbre pastueña de los actuales diputados y dirigente del sanchismo, capaces de digerir las mayores felonías contra España a cambio de un carguete (Margarita Robles merecería aquí un capítulo especial).
Me daba la risa –amarga– al ver ayer a un chaquetero tan acreditado como Mi Persona alabando en la capilla ardiente a Redondo por su «integridad y coherencia». El sanchismo representa precisamente lo contrario: todo vale si beneficia al mayúsculo ombligo del líder.
UGT, así como quien no quiere la cosa, ha protagonizado algunos de los mayores escándalos de corrupción en España. Las chorizadas con los fondos de la minería en el norte, que llevaron a varios cargos locales a la cárcel. La mangancia con los cursos de formación. Y en la etapa de Redondo, el escandaloso pufo de la cooperativa de viviendas PSV (14.000 millones de las viejas pelas desvaneciéndose). Hay claroscuros en su etapa. Pero desde luego tenía dos cosas buenas: lealtad a sus ideas y un elemental patriotismo.
«Yo no concibo que un partido que se dice de izquierda radical, como Podemos, tenga al mismo tiempo un profundo sentido separatista. No lo entiendo», se quejaba el fallecido Redondo Urbieta en una entrevista. Y es que él siempre estuvo frontalmente en contra de los nacionalismos disgregadores, la carcoma de España.
Del viejo líder de la UGT en el siglo XX, un sindicalista de hierro de La Naval, hemos pasado al señor del bigote y los fulares floreados. Es un asturiano afincado de mozo en Barcelona, fascinado con el separatismo y que hace gala de un demencial complejo de inferioridad. Una y otra vez se presta a hacer de tonto útil de los nacionalistas. De hecho fue el primero en ponerse firme a la hora de solicitar el indulto para los golpistas de octubre de 2017. Así de bien le va a UGT...
Nicolás Redondo Urbieta, padre de un político que también ha sabido estar en su sitio, nunca habría transigido con el sanchismo y su alianza perversa con el separatismo. El de los fulares, en cambio, no desentonaría sentado al lado de Rufián en la Ejecutiva de ERC. La comparación refleja perfectamente cómo se ha degradado la izquierda española y por qué se ha convertido en parte sustancial del problema territorial.
Descanse en paz el viejo guerrero sindical, huérfano de madre y niño de la guerra en Francia.