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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Cuando el PP hace el primo

Expedientar a un concejal de un pueblo de Guadalajara por cantar el 'Cara al sol' en una francachela privada en un bar es sucumbir al marco mental de la izquierda

Actualizada 10:54

Entonar el Cara al sol a grito pelado y brazo en alto en un restaurante no es precisamente mi idea de una noche de diversión. No me parece adecuado, ni contemporáneo, ni representa un menú político que uno comparta (me quedo con la aburrida democracia liberal). Pero tampoco me agrada que se levante el puño para entonar con emotivo entusiasmo la Internacional, himno que representa a la ideología más letal de la historia.

Sin embargo, lo primero está prohibido en España por unas leyes de memoria que acogotan las libertades personales, mientras que lo segundo se contempla casi con admiración y se canta al cierre de los congresos de partidos que gobiernan. Por eso creo que el PP hace el canelo apresurándose a abrir expediente a un concejal de un pueblo de Guadalajara, al que grabaron cantando el Cara al Sol en una farra amical en el último día del año. El vídeo ha sido movido con gran escándalo por la izquierda en las redes sociales («da mucho miedo y asco», comentan espantados, ante lo que no es más que una jarana de amigotes dando la nota en un bar con unos vinos a cuestas).

Jaime Celada, de 44 años, licenciado en Empresariales, fue en su día alcalde de Cabanillas del Campo, un pueblo de diez mil vecinos en el Corredor del Henares, y hoy es concejal de la oposición por el PP, partido en el que milita. El 31 de diciembre estaba con su peña en el restaurante Bureo de Guadalajara y a los del local se les ocurrió hacer la coña de hacer sonar el Cara al Sol en la megafonía. Celada y sus colegas se pusieron de pie brazo en alto y empezaron a corearlo.

La privacidad no existe en la era de los móviles. Así que alguien los grabó en la libertad de su esfera privada y subió el vídeo a las redes. El resto ya pueden imaginarlo. La izquierda se ha puesto histérica, «escándalo, ¡es un es-cán-da-lo!», que diría el viejo Raphael.

Podemos y el Foro de la Memoria han denunciado lo sucedido ante la Delegación de Gobierno, para que sean castigados acorde a la flamante Ley de Memoria que estrenamos el pasado octubre. Y el PP, plegándose como un corderillo a los paradigmas que nos ha impuesto el Gobierno más intervencionista de nuestra historia, ha informado presto de que abre expediente al concejal, cuando habría bastado con que señalasen que no les parece adecuado, pero que tampoco se debe magnificar un desbarre menor del ámbito privado.

Vivimos en un país donde se quema en público la bandera española en Cataluña y el País Vasco –o la imagen del Rey–, donde se silba y abuchea el Himno de España en los estadios, y aquí no pasa nada (jamás escucharán la más mínima queja del PSOE). Pero una cuadrilla con un contento canta el Cara al sol en un comedor privado y es el fin del mundo.

Lo que sucede es que la izquierda está imponiendo su marco mental. En el fondo, lo que delata el comportamiento del PP ante esta historia es que creen –y aceptan– que el grueso de la sociedad ya piensa como el PSOE. No aspiran a liderar a la sociedad con otros valores. Esperan simplemente que Sánchez caiga de maduro en las urnas arrastrado por su catarata de errores, lo cual sucederá. Pero parecen haber renunciado a ofrecer al país una nueva frontera, una mentalidad diferente a la del rencor social, el igualitarismo chato, la subvención y la subcultura de la queja.

Están todavía a tiempo de darle una pensada. De aprender la diferencia entre ganar y conquistar. El marianismo también era gestión pura, inhibición en el frente ideológico. ¿Resultado? Lo siguiente que tuvimos fue el nuevo Frente Popular y el pandemonio político que hoy sufrimos.

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