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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

La gran estafa del «Gobierno feminista»

¿Balance? Más de cien violadores beneficiados, récord de violencia contra las mujeres y una ley trans que ha indignado al feminismo clásico

Actualizada 09:33

Telefoneo a uno de mis principales referentes politológicos. Mi madre, a la que hoy le caen los 85. Desde su torre de vigía coruñesa me hace un repaso rápido de la actualidad. Esta vez a Sánchez lo despacha con inusual celeridad («ay, Pedro, el pobriño es insoportable…»). De lo que realmente quiere hablar es de la atroz escalada de asesinatos de mujeres: «Qué desastre. Qué horror. ¿A ver qué dicen ahora todas esas monas de Podemos que tanto hablan? ¿Qué hacen? Nada». Por desgracia, lo ha clavado.

Imaginemos que en la etapa del viejo Mariano su torpeza legislativa hubiese provocado premios penitenciarios para más de un centenar de violadores. Imaginemos que se hubiesen batido todos los récords de violencia contra las mujeres. Imaginemos que además ese Gobierno hubiese encabronado a las feministas clásicas con una ley trans absolutamente delirante. ¿Qué habría pasado en España? El fin del mundo. PSOE y Podemos exigirían desgañitándose las cabezas de medio gabinete. La televisión al rojo vivo llamaría a las barricadas. Se organizarían manifestaciones feministas multitudinarias frente a Génova… Pero como la incompetencia la rubrica la izquierda ya no se piden responsabilidades al Gobierno. Es como si se tratase de una triste coincidencia, que los ministros lamentan como si fuesen meros espectadores entre langostino y langostino vacacional. ¿Dónde anda la ministra Irene Montero? Solo aparecen sus secretarias de Estado.

La violencia contra las mujeres no es un problema exclusivamente español, ni sencillo de atajar. En Italia o Alemania duplican nuestras espantosas cifras. Pero lo que no se puede hacer es envolverse en la bandera feminista e impartir cansinas lecciones magistrales a tutiplén para luego, a la hora de la verdad, no ofrecer resultado alguno.

Al final llegamos a lo de siempre: un Gobierno de aficionados doctrinarios. Ire, la estridente ministra; Pam, la colorista secretaria de Estado, que se define como «feminista, bisexual y galega»; e Isa, la podemita condenada por agredir a la policía a la que han enchufado en Igualdad, son muy duchas para pirarse de excursión a Nueva York en Falcon. Lo dan todo en Twitter. Son lideresas mundiales en fascinación con el rollito gay. Pero nadie les encargaría ni la gestión de un club de ping-pong. No han sabido proteger a las mujeres y además han beneficiado a sus agresores. Peor, imposible.

Para tratar de frenar la violencia contra las mujeres hay que asumir varias realidades innombrables para estas iluminadas y el jefe que las mantiene. La primera es que en la naturaleza humana existen lobos, psicópatas y locos, que siempre estarán ahí y a los que toca plantarles cara muy férreamente (por ejemplo, algunos asesinatos se consuman cuando ya existe una orden de alejamiento en vigor, ergo algo falla, no se las está protegiendo bien).

La segunda verdad incómoda es que en España el 34,2 % de los asesinatos de mujeres los cometen extranjeros, cuando suponen solo el 11,6 % de la población (el multiculturalismo tiene luces, pero también sombras, y a veces muy dolorosas).

En tercer lugar, ¿cuál es la clave para que las personas tengamos un freno moral interior que evita que cometamos salvajadas? Pues la educación que hemos recibido desde niños en el seno de nuestras familias. Pero tenemos un Gobierno que sostiene que «los hijos no son de los padres» y que ha banalizado la institución familiar decretando que existen una docena de modelos de familia.

No tenemos un «Gobierno feminista». Tenemos una estafa a las mujeres.

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