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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Mari Domingi, ¡no paran!

Los nacionalismos disgregadores trabajan a tiempo completo para forjar una cultura propia que fomente el extrañamiento respecto a España

Actualizada 14:10

Entro en un bazar chino de un barrio de Pamplona para un recado y observo que ya se han metido en el negocio del Olentzero, el Papa Noel vasco, una presunta tradición secular… inventada por el nacionalismo en los años setenta del siglo pasado. En el almacén oriental venden «olentzeros» de varios tamaños, con su marca en chino bajo el nombre del muñeco. Han detectado que hay negocio.

En la tarde de Nochebuena veo pasar el Desfile de Olentzero, con una orquestina tocando el chistu y el tamboril, niños vestidos con trajes regionales y el inefable Papa Noel del nacionalismo subido a la trasera de un tractor, desde donde saluda con porte bonachón.

Por las calles hay carteles que anuncian diversos actos en honor de Olentzero, incluso le han creado una «compañera» (que no su mujer, para que no exista «sumisión de género»). Se llama Mari Domingi. La inventó una asociación cultural nacionalista de San Sebastián, alias «Donosti», en 1994, y luego la red de ikastolas la fue perfeccionando y promocionando. No duden que los niños vascos y navarros de dentro de cinco o seis años serán educados en el convencimiento de que Mari Domingi es una tradición antiquísima, más fetén que los Reyes Magos. Los colegios de Bilbao, ciudad donde el uso del vasco es residual, ya envían cartas a las «estimadas familias / familia agurgarriak» animando a todos los niños de Infantil, Primaria y Secundaria a participar en un gran concurso con «el fin de potenciar la figura de Mari Domingi». Ingeniería social a tiempo completo para crear la nación. Como cuando en los contenedores de reciclaje de Pamplona al Punto Limpio lo llaman «garbigunea». Aunque este tipo de instalaciones se han popularizado en este siglo es seguro que el vasco ya contaba con una palabra para ellas desde hace un milenio. En fin…

El propio Olentzero es otra milonga. Al PNV lo de Papa Noel le sonaba muy cosmopolita y lo de los Reyes Magos, demasiado español. Así que procedieron a uno de sus pasatiempos predilectos: inventar una fábula identitaria. Resulta que en el siglo XVII, en algunas aldeas del Norte de Navarra los campesinos saludaban el solsticio del invierno quemando un muñeco de paja vestido con un blusón y al que llamaban Onenzaro. En los años setenta, las ikastolas se sirven de esa minúscula tradición para inventar el Eusko Papa Noel, el Olentzero, un carbonero navarro grandullón, jovial y fumador de pipa, que por supuesto llevaba siglos trayendo sus regalos navideños a los niños vascos. Éxito total. Ya ha desplazado a la auténtica tradición occidental, los Reyes Magos.

Todo esto no es menor. Forma parte de una operación muy amplia e incansable para fomentar desde el poder regional un hecho cultural y lingüístico que desplace a la cultura y lengua españolas, de tal manera que sea más fácil crear algún día el Estado vasco (o catalán). Lo explicó perfectamente Ernest Gellner, el gran estudioso de los nacionalismos. «El nacionalismo engendra la nación», y lo hace sobre tres pilares: cultura, Estado y voluntad. Para crear una nación es requisito indispensable promover «una cultura desarrollada, estatalizada, homogénea y centralizada, que penetre en poblaciones enteras». Y la herramienta es la educación. Por eso España comenzó a deshilacharse el día en que entregó esa competencia a unas comunidades que en varias regiones estaban gobernadas por nacionalismos antiespañoles, desleales por naturaleza a todo nexo común. El problema se ha agravado porque PSOE y los populistas comunistas con los que gobierna prefieren apoyar esas culturas y lenguas regionales mientras reniegan del tronco español que nos une, pues con una empanada mental impresionante les suena a Franco.

Y así andamos. Olentzero y Mari Domingi van viento en popa. El chino del bazar se ha dado cuenta perfectamente de quién está ganando la batalla cultural.

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