Sin suerte en la lotería
Nos podían haber tocado en el bombo otros cualquiera, pero nos tocaron los peores posibles (y con una bola trucada al frente)
No me ha tocado la lotería. Pero bueno, conservo, por ahora la salud, un buen trabajo y el cariño incondicional de las personas que necesito. También la esperanza de que si me cae una teja en la cabeza al salir a la calle y la palmo me aguarda el perdón y el cobijo de Dios.
El párrafo anterior lo escribí antes de que comenzase el sorteo. Por supuesto no he tenido que corregir nada. Se ha cumplido. Ni un euro. Las matemáticas, que por desgracia tanto nos aburren a los españoles, son tozudas. Si has comprado tres décimos, como era mi caso, las posibilidades de que te toque el Gordo de Navidad son del 0,00003 %. Pero hay gente agraciada, y mucha, porque la estadística es caprichosa, a veces incluso bromista. El divertido divulgador matemático John Allen Paulos recomienda en uno de sus libros viajar siempre con una bomba en la maleta cuando se vuela en avión. Su argumento es que las posibilidades estadísticas de que haya dos bombas en la misma nave tienden a cero.
No me ha tocado la lotería tampoco como ciudadano español. Las cosas pudieron haber sido diferentes. Pero el azar –o la miopía galopante de los 995 delegados socialistas que decidieron el 35º Congreso del PSOE– nos atropelló el 22 julio de 2000. En esa infausta jornada eligieron a Zapatero frente a Bono, con una ínfima ventaja de solo 9 votos y 9 décimas. Aquello fue como una moneda a cara o cruz. Y cayó del lado malo. Albergo una pésima opinión de José Pepe Bono, sofista metido en negocios que algún día se analizarán a fondo. Pero desde luego él no habría cometido el pecado imperdonable en que incurrió Zapatero: abrir sin necesidad el melón territorial y las heridas guerracivilistas del pasado, tomar una senda que ahora, ya con un amoral absoluto en el puente de mando, puede acabar en la partición de España y la oxidación de su democracia.
En aquel 35º Congreso del PSOE incluso compitió por el cargo la jacobina Rosa Díez. No rascó pelota. Solo obtuvo el 6,5 % de los votos, porque su partido ya empezaba a estar enfermo. ¿Se imaginan cómo habría cambiado la historia de España de los últimos 22 años con Díez como líder socialista? ¿Habría medrado la pesadilla separatista si hubiésemos contando con un PSOE y un PP unidos sin fisura alguna para no darles ni la hora a los nacionalistas, si hubiesen impulsado juntos un potente proyecto educativo, mediático y cultural para proyectar en positivo la idea de España? Con esa alianza firme contra los nacionalistas, el independentismo habría sido derrotado sin demasiados problemas. No fue así y hoy vuelve a amenazar la unidad nacional, por cortesía de Sánchez. Como ocurrió en los años treinta, a este país le ha vuelto a fallar el PSOE, pecado original que ha desembocado en una crisis institucional sin precedentes en este siglo.
No nos ha tocado la lotería. Nos gobierna un político fuera de control, al que le gusta mucho su ombligo y nada la libertad ajena. En el mismo día en que los bombos repartían dicha, mientras toda España permanecía unida alrededor del sorteo de Navidad (tradición que por eso mismo les da repelús a los separatistas), el Senado daba la luz verde definitiva a la liquidación del delito de sedición y a la rebaja del de malversación a la medida de Junqueras.
En las televisiones se repetían en bucle las imágenes de españoles eufóricos regándose con espumoso ante administraciones de lotería de media España. A la misma hora, algo se rompía en nuestros pilares institucionales. Dar un golpe de Estado no violento para independizar a una región pasa a considerarse una acción apenas punible. Además, se ha aprobado que tampoco sea perseguible algo tan aberrante como desviar dinero público para montar redes clientelares, o para la autopromoción de un político, o para promover la independencia de una región y partir el país. Malversar el dinero de todos y dar golpes de Estado será una chascarrillo en una España que se queda indefensa. ¿Qué haremos cuando llegue el siguiente arreón? ¿Rendirnos y ponerle la alfombra roja a Junqueras para que monte su republiqueta supremacista?
Ciertamente este año no nos ha tocado la lotería.