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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Piedad

¿Qué hemos hecho los españoles para mantener y enriquecer a los gorrones del cine? ¿Pagamos sus vestiditos y cremas? En fin, lo que se pregunta un contribuyente cualquiera

Actualizada 01:30

se mueve por ahí, porque se mueve mucho, un muchacho que dice ser director de cine. Se viste de dulce de membrillo, y en los hablares en nada se parece a John Wayne. Su última película se titula La piedad y ha explosionado el mercado. En la semana de su estreno fue vista por 1.056 espectadores, y con mucho tesón por parte de los propietarios de los cines en los que proyecta su magistral obra, se ha conseguido que sean 2.400 personas las que han pasado por taquilla para admirar su cosa. El problema es que su cosa no nos ha salido gratis a los españoles. El Ministerio de Cultura le concedió para su producción 317.000 euros, que muchos han olvidado que, al cambio, suponen más de cincuenta millones de pesetas.

De lo que no hay duda es del sentido de la gratitud del distinguido cineasta. Defiende con ardor –por escribir algo– a sus generosos donantes de dinero público e insulta con frenesí a los políticos del PP y de Vox, que están preocupadísimos. La política conlleva este tipo de disgustos. Para mí, que es más podemita que socialista, por su afición a los trapos, pero no me considero con la capacidad suficiente para asegurarlo. Y por supuesto, si dice que es director de cine, lo será.

Cuando se reciben 317.000 euros de subvención por crear una obra magistral de la cinematografía patria, y de los 25.000.000 de contribuyentes que colaboran involuntariamente en su producción, sólo 2.400 acuden a las salas de cine en las que se proyecta el prodigio, se deduce que el eximio director está moralmente obligado a reponer a las arcas del Estado un alto porcentaje del dinero de todos que Iceta ha dispuesto para el magno artista. Su recaudación libre ha sido de 15.589 euros y, por ende, el saldo a devolver asciende a 300.000 euros, renunciando los españoles a los mil y pico sobrantes. Resulta lógico que esos mil y pico euros los haya invertido en modistas y cosméticos para el estreno del piadoso largometraje, que según los pocos espectadores que han tenido el coraje y heroísmo de pasar por taquilla para deleitar sus sensibilidades, coinciden en alto porcentaje en asegurar que no se trata de un largometraje, sino de un larguísimometraje que se antoja interminable aun comiendo patatas fritas ruidosas y palomitas estridentes. Ben Hur, Lawrence de Arabia y Lo que el viento se llevó parecen cortometrajes comparadas con la magistral La piedad de Casanova, que en Italia ya denominan La Pietá de Nuovamansione, destronando a la Pietá de Miguel Ángel, que al fin y al cabo, no es más que un pequeño conjunto escultórico. La película no ha llegado todavía a las salas romanas, parisinas y londinenses, lo cual dice muy poco de la eficacia de la compañía distribuidora, pero se espera su proyección en los cines de Rabat, Casablanca y Tetuán, como logro fundamental de la exitosa Cumbre hispano-marroquí presidida por el Rey Mohamed VI desde Gabón. Lo malo es que, en venganza por distribuir La Pietá de Nuovamansione –traducción literal al italiano– por Marruecos, Mohamed flete dos mil pateras más en compensación al dolor producido en el pueblo magrebí.

Pero mi pregunta sigue sin ser respondida. ¿Se devuelve el dinero? ¿Es préstamo o regalo? ¿Qué hemos hecho los españoles para mantener y enriquecer a los gorrones del cine? ¿Pagamos sus vestiditos y cremas? En fin, lo que se pregunta un contribuyente cualquiera. Buenos días.

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