La violadora eres tú
Sánchez y su ministra aprobaron una ley a sabiendas de sus efectos y solo aceptan modificarla un poco para conservar su puesto
Irene acepta modificar un poco la ley de auxilio a violadores, pero no por sus víctimas, sino por sus amigas: era muy importante defender a las mujeres, abandonadas a su suerte hasta el advenimiento de la ministra, pero no lo suficiente para poner en peligro los salarios de Pimpampún, la onomatopeya de todas las chicas del coro de Igualdad.
Hace falta ser muy acémila para impulsar un engendro que ayuda a las violadas por el sorprendente método de liberar a sus agresores; pero hay que ser muy mala persona para renunciar a ella si, por no hacerlo, tienes que abandonar el cargo y volver a esa vanguardia del frente laboral que es la caja de un supermercado.
Montero, que también la ha liado con una ley trans que legaliza las mutilaciones y las hormonaciones irreversibles en menores de edad probablemente confusos, cree a la vez que los delincuentes sexuales de verdad están mejor en la calle; que los hombres inocentes son necesariamente delincuentes sexuales y la manera correcta de legislar es indultar a los primeros y perseguir a los segundos, que es como ayudar al pirómano y acosar al bombero.
Pero cree la ministra, por encima de todo, en esa SL que es su Ministerio, con un peculiar objeto social consistente en transformar los delirios de sus inquilinas en normativas generales, con la complicidad habitual de Sánchez, siempre dispuesto a usar de escudo humano a todo aquel pobrecillo que le exijan sus chantajistas a título de aliados.
Una vez son los constitucionalistas catalanes, otras las víctimas de ETA, alguna más los hispanohablantes, siempre media España y ahora, en el cénit de su ausencia de escrúpulos, los menores ultrajados por un pederasta y las chicas destrozadas por un violador.
Porque si Montero está dispuesta a cambiar la ley, que debería incluir la construcción de un albergue de depredadores sexuales en Galapagar, para sobrevivir en el carguito exclusivamente; Sánchez decidió aceptarla por la misma razón y ahora solo intenta modificarla por lo mismo.
Se puede llegar a unas elecciones con Griñán en la calle, Junqueras indultado y Otegi de viceministro de Interior liberando terroristas a lo loco, debe creer el muy ingenuo, pero no con el primo del violador del chándal dando aletazos reincidentes en las mismas calles donde su Gobierno solo sabe perseguir a franquistas imaginarios.
A Sánchez no le puede salir gratis todo, ni puede remediarlo con una rectificación tardía y a medias que no incluya la única petición de perdón digna de serle aceptada a un político: la que comporte su dimisión o, como poco, la de su ministra.
Porque antes de ser atacado por la bacteria e coli, en su temible variante electoral, este Gobierno de fantasía aprobó una ley a sabiendas de lo que iba a provocar, como le indicaron todos los informes oficial preceptivos. Y cuando esos estragos irrumpieron con más estrépito que Rabocop en la comuna barcelonesa, se dedicaron a negarlos y a matar al mensajero, fuera juez, político o periodista.
Alguna vez, por razones de justicia poética, los autores de las fechorías políticas deben pagar en primera persona las consecuencias de sus temeridades. Y como sus familias no tienen la culpa, solo pueden hacerlo ellos: a la cajera que fue Montero no le hubieran perdonado un desfase de seis euros al día. A la ministra que es, tampoco se le puede pasar por alto que la muy cretina sienta más miedo por un heterosexual del montón que por un depredador reincidente.
Irene, bonita, la violadora eres tú.