Una moción justificada pero inoportuna
No es arriesgado pensar que la moción de censura ha sido recibida por Moncloa como una suerte de bálsamo de Fierabrás con el que aliviar temporalmente los males gubernamentales en vísperas de unas elecciones
Si estamos de acuerdo en que todo esfuerzo inútil suele conducir a la melancolía, hay pocas dudas sobre la ineficacia de presentar una moción de censura condenada al fracaso. Y si quedaban dudas sobre la oportunidad de presentarla ahora, no hay más que ver la reacción favorable y entusiasta, ante su registro el próximo lunes, de los Bolaños, Patxi López y Chiqui Montero, para despejarlas. En Moncloa y en el PSOE están encantados con la iniciativa de Vox. Por tanto, si Sánchez se alegra por que cree que le beneficia habrá que concluir que se equivocan quienes la presentan.
Contrasta el rechazo a la moción expresado por sus socios del entramado Frankenstein con el alcance y seriedad que quieren imprimirle los socialistas a la propuesta que defenderá el candidato Ramón Tamames. En Moncloa no se oculta el contento que la ocasión le brinda a Sánchez para aprovechar la moción en beneficio propio y contra Feijóo, quien será en realidad el objetivo de sus intervenciones. La respuesta a Tamames servirá de excusa para atacar a Feijóo y a un hipotético Gobierno con Abascal. Sánchez venderá humo desde la tribuna del Congreso durante unos días y desviará la atención sobre las cuitas internas de su Gobierno, enfrentado por el fracaso de algunas de sus leyes, y ahora también cuestionado por la deficiente gestión de los fondos europeos.
A Napoleón se le atribuye el dicho de que al enemigo no hay que distraerlo cuando se equivoca y esta moción de censura va a suponer un punto de inflexión para un Ejecutivo instalado en el error y que inevitablemente querrá presentarse cohesionado frente a la crítica . O sea, no sólo le distraerá y sacará de la deriva emprendida sino que supondrá un balón de oxígeno para un Sánchez tocado por las consecuencias negativas de legislar frívolamente y por interés partidista y de poder en favor de políticos corruptos y delincuentes sexuales.
Cuando hasta los afines como el exministro Jordi Sevilla le dicen a Sánchez que su Gobierno no funciona y que aprueba medidas que corren el riesgo de confundirse con parches para, en lugar de hacer, decir que se hacen para ganar la batalla del relato y no tanto para transformar y mejorar la realidad, no parece pertinente distraerlo con impulsos políticos abocados a generar melancolía ante la evidencia de morirse en el empeño.
La comisión de control presupuestario del Parlamento Europeo acaba de darle un repaso al Gobierno y sacarle los colores por la mala gestión de los fondos de recuperación que Bruselas envía a España. Los europarlamentarios dirigidos por la alemana Monica Hohlmeier además de observar falta de transparencia en la licitación y trazabilidad de los mismos, se han ido sin obtener datos concretos sobre los beneficiarios y el destino final de unos dineros que apenas recaban en la economía real del país.
El alivio con el que la prensa «sanchista» destacó que la delegación parlamentaria no había advertido fraude alguno en el reparto de los fondos mientras ignoró las críticas puntuales sobre la mala gestión dice mucho de la preocupación que había generado en el Gobierno la visita a Madrid de los enviados por Bruselas y el consuelo de que, por ahora, no constaran la existencia de corrupción en el manejo de los dineros. Es como la participación irrelevante, si me permiten el símil, de esos nadadores olímpicos que tras su paso por la piscina lo mejor que se dice de ellos es que, al menos, no se ahogaron.
Aun así, Sánchez fue advertido de las consecuencias que puede tener la rebaja de la malversación para cumplir con el exigible principio de tolerancia cero con la corrupción tratándose además de dinero público de Europa. Una preocupación que Hohlmeier hizo llegar a las ministras Calviño y Montero sin que estas fueran capaces de prometer con su palabra que el cumplimiento de ese principio quedaba garantizado a pesar de la modificación del Código Penal.
En este contexto político, con Sánchez cuestionado dentro y fuera por la gestión que hace de las ayudas europeas multimillonarias, y criticado también desde el mismo Parlamento Europeo por las consecuencias de leyes que favorecen a políticos corruptos o benefician a violadores mientras desprotegen a las mujeres, no es arriesgado pensar que la moción de censura ha sido recibida por Moncloa como una suerte de bálsamo de Fierabrás con el que aliviar temporalmente los males gubernamentales en vísperas de unas elecciones.
Estoy de acuerdo con Vox en que Sánchez es merecedor de ser censurado y sacado del Gobierno, pero ante la imposibilidad aritmética de que la moción prospere y quede en un ejercicio político inútil que apenas le desgaste, creo que la mejor y más eficaz censura es la que los ciudadanos le hagan en las urnas de mayo y posteriormente en las de otoño para alcanzar ese objetivo compartido. Lo de Ramón Tamames, con todo el respeto y aprecio que le tengo, quedará en un mero entretenimiento periodístico.