Romerías
Vuestras malhumoradas romerías son tan decrecientes como chungas. El hartazgo y la depresión os han vencido. Hasta el año que viene
Cuatro manifestaciones feministas en Madrid. Sumando la participación de las cuatro, 17.000 manifestantes menos. Lo dijo un dirigente tradicionalista en una concentración carlista en Montejurra.
«Convocamos una manifestación y nos sale una romería». Cuidado con las romerías. La de la Virgen del Rocío, que culmina en Almonte –Carmen Calvo elogió la brisa del Mediterráneo en una visita a Huelva, donde el Mediterráneo es un mar ausente en beneficio del océano Atlántico–, pues eso, que la romería que concluye en torno de la Blanca Paloma reúne todos los años a más de un millón de romeros. Sin convocatorias, sin pancartas, sin churris en la cabecera y sin diferentes maneras de interpretar el amor y la devoción a la Virgen. En Galicia, las romerías estivales son más modestas, y todas finalizan sin divisiones ni enfrentamientos en los remansos de los ríos dando buena cuenta de pulpos y de vinos. Y el PCE, que organizaba al principio de la democracia su gran fiesta en la Casa de Campo, poco a poco se tuvo que acostumbrar al fracaso de sus intenciones. Se ofrecían sardinas gratis, bebidas gratis, entretenimientos gratis, y los militantes y simpatizantes comunistas no llegaban ni al diez por ciento de los asistentes. Una tarde, después de jugar al mus en el Bar Miguel Ángel, el duque de Alcudia y sus compañeros de partida decidieron acudir a la fiesta comunista: «Me han dicho que se come y se bebe de gorra divinamente». Y en efecto, así fue. Y se encontraron con decenas de amigos pertenecientes a la nobleza y las altas esferas de las familias tradicionales de Madrid. «Había más gente conocida que en el funeral de un «muerto bien» en los Jesuitas de Serrano». La fiesta comunista fue menguando de asistencia con los años, se terminó por cobrar los perritos calientes, las sardinas, y los tintorros, y se dio por cancelada la costumbre de la fiesta del PCE porque iba menos gente que a las Lentejas de Mona Jiménez o a la entrega de la «F» de Famosos de Titi Severino.
Algo parecido va a suceder con el feminismo menguante que se manifiesta el 8 de marzo dividido entre cuatro sensibilidades e interpretaciones del feminismo, cuya fundadora y principal activista fue la Reina Isabel I de Castilla, hace 500 años. La manifestación oficial contó con la presencia, traviesa y sonriente, de la mujer de Berenjenas, que abandonó sus intereses de Marruecos por unos días para estar presente en tan importante concentración. «Mojamé, mientras esté ausente, cuida de lo nuestro». La manifestación convocada por la derrotada podemita resultó más juguetona. Conllevaron pancarta, de izquierda a derecha, la condenada por pegar e insultar a una agente del orden, Isa Serra, Pam, Irene, Lilith, la Rosell, y Boti, la que se parece físicamente al cincuenta por ciento, al padre Ángel y al ilustre profesor Jiménez de Parga, si bien, carente de la categoría jurídica e intelectual del fallecido catedrático granadino. Y en las restantes, gritos de «Irene, dimisión» y otras monerías dialécticas. Pero sumando las cuatro, apenas 56.000 personas, las que se reúnen en el Bernabéu para disfrutar de un Real Madrid-Elche.
El feminismo profesional, el obsesivo, el sexual, el transexual, el fluido, e incluso el trashumante autobusero, está aburrido de sí mismo. Y a este paso, en unos pocos años, para llenar el aforo, tendrá que manifestarse unido y en un salón del Círculo de Bellas Artes. Lleva camino de romería en situación de mengua emergente. En la romería que todos los años tiene lugar en los entornos de Andújar para acceder a la cima serrana de la Virgen de la Cabeza –365 curvas ascendentes hasta la cumbre, púlpito de Sierra Morena–, se juntan más de 500.000 romeros en el Santuario de la Patrona de los cazadores, memoria de la heroicidad resistente de la Guardia Civil. Eso son cifras, monas. Vuestras malhumoradas romerías son tan decrecientes como chungas. El hartazgo y la depresión os han vencido. Hasta el año que viene.