Elogio del descanso
Mis padres y su generación nos dejaron una patria desarrollada y una democracia plena, que lentamente se va desmoronando en manos de un gobierno con modales autoritarios y tentaciones autocráticas
Ya conoce el amigo lector la inclinación que me asalta los fines de semana de escaparme del lodazal de la política española, caracterizada por el gobierno de los peores. Es posible que, con ello, como un acto de escasa valentía, rehúya una realidad que me incomoda y me desasosiega; y lo que es peor, me asusta el futuro de España, temo dejarles una mala herencia a mis descendientes. Mis padres y toda su generación lograron crear un país mucho mejor y entre las múltiples cosas buenas que nos dejaron estuvo una patria desarrollada y una democracia plena, que lentamente se va desmoronando en manos de un gobierno con modales autoritarios y con tentaciones autocráticas. Ahí se queden, al menos un tiempo, con su soberbia y autoodio. Por eso me voy a ir a ese oasis de paz que representa la Semana Santa y al descanso que muchos van a aprovechar con tal motivo.
Un buen número de españoles irán estos días a lugares alejados de su cotidianidad. Unos a rezar, otros a descansar… todos a pausar un poco el tiempo, si es que ello es posible, porque el reloj seguirá marcando las horas que nos matan cada día un poco. Volveremos a buscar alivio en Unamuno, aquejado de ese sentido trágico de la vida que solo la Semana Santa y lo que en ella se celebra y significa, la muerte y resurrección de Cristo, pudo hallar consuelo.
Hay muchas semanas en esta única semana. Hay muchos lugares, donde el paisaje será bien distinto del habitual, donde el silencio podrá ser escuchado o donde nuestros antepasados volverán a nuestra memoria que las prisas del prosaico quehacer tratan con frecuencia de borrarnos. De alguna manera ponemos de nuevo en valor el rito. Cada uno se acerca a Dios como puede o sabe. Unos con la saeta, otros con un silente proceder, otros escuchando cómo las ramas se dejan acariciar por el viento, cuyos remolinos, como los recuerdos de otros tiempos, se enredan y desgarran por dentro. Otros nos quedaremos trabajando, pero quienes vayan a descansar, que sepan aprovechar la serenidad y el sosiego que da la falta de obligaciones. Es bueno que el hombre descanse.