La información, controlada
Los enmascaramientos y desviaciones de la información son numerosos. Desde las sombras sobre el no ingreso en prisión de Griñán, hasta un Tito Berni en la calle con todo el tiempo del mundo para ocultar pruebas. La Fiscalía es de la casa
De George Orwell, uno de los maestros de la distopía, custodio: «Libertad de expresión es decir lo que la gente no quiere oír». Añadiría: O no le dejan oír. La libertad de expresión vive malos tiempos. El Gobierno utiliza la goma de borrar o la tijera para que llegue al ciudadano lo que a él le conviene. La apoteosis: una ministra propuso –¡en serio!– que los medios destinasen un espacio fijo a lo que el Gobierno decidiese. Ya lo hemos olvidado porque un disparate destierra al anterior. Es la patética ignorancia de quienes deciden. Si alguien recopilase los desatinos del Gobierno ocuparían tantos volúmenes como el viejo Espasa.
El artículo 20 de la Constitución ha padecido en estos últimos años no pocos catarros negados o tratados con remedios inadecuados. No se trata de que los partidos no respondan a ciertos medios. Lo hizo hace tiempo Vox con El País y lo hace el rufián de su apellido al no contestar a los periodistas que considera adversarios. Los partidos eligen sus modos, errados o no. Lo preocupante es que lo haga el Gobierno vetando a periodistas como hizo con COPE y otros medios en una convocatoria sobre los fondos europeos o con ABC en viajes oficiales de Sánchez, organizando ruedas de prensa sin preguntas, utilizando las comparecencias tras los Consejos de Ministros para hacer política de partido y atacar a la oposición… Desde la reinstauración democrática ha habido diecisiete secretarios de Estado de Comunicación y el actual es el más «casero»; sus antecesores obviamente lo eran pero con más inteligencia y tino. Debería buscar llevarse bien con todos los medios. Su sintonía con el Gobierno se da por sentada en un alto cargo y ex-diputado socialista.
Vallés es el máximo responsable de la transparencia informativa del Gobierno pero me cuentan que su obsesión es la opacidad, y su prudencia, por llamar así a su incansable lucha contra las filtraciones, le llevó a firmar estrictos contratos con las empresas que realizan las series televisivas sobre Sánchez que nos presentarán, como no, antes de las elecciones generales. Un amigo me comentaba con guasa que no se obligaba contractualmente a ese silencio ni a los empleados de la CIA. ¿Recuerdan los «Aló Presidente», tipo Hugo Chávez, de Sánchez durante el aislamiento, luego declarado inconstitucional por el TC? Pues igual en formato serie televisiva. Un primor. Para trampear las elecciones todo vale.
Los enmascaramientos y desviaciones de la información son numerosos. Desde las sombras sobre el no ingreso en prisión de Griñán, hasta un Tito Berni en la calle con todo el tiempo del mundo para ocultar pruebas. La Fiscalía es de la casa. Y siempre se puede desenterrar un caso del PP de hace diez años para enmascarar la corrupción rampante del PSOE. Así pasamos de puntillas (no de putillas, que sería la convocatoria de Tito Berni) sobre la opacidad de subcontratas de Elena Sánchez, presidenta interina de RTVE, sobre el vergonzoso sectarismo del Canal 24 Horas, o los efluvios gubernamentales de Xabier Fortes. Por no hablar de los generosos viáticos a medios, entre otras vías por publicidad institucional.
Han insultado a Feijóo por contar en Europa lo que vivimos en España. Sánchez en sus viajes oficiales por esos mundos ataca a la oposición y sus ministros tan contentos. El doble rasero. Nos alertó Pla: «La libertad es el derecho que tienen las personas de actuar libremente, pensar y hablar sin hipocresía.». Y sobre hipocresía viene al caso la conocida frase de Rosa Luxemburgo: «La libertad es siempre libertad para quien piensa diferente». La activista marxista, fundadora del Partido Comunista Alemán, se enfrentó a quienes pensaban diferente.
P.D.- Casi me olvido de Yolanda. Uno no es de este mundo si no escribe de Sumar que no es nada pero quiere empezar todo. Fashion blanco pureza para una intervención cursi, plagada de naderías que no incluyó propuestas diferentes a las que siempre tuvo. Y su milagro de los panes y los peces. En Magariños, con un aforo de seiscientas personas, reunió a tres mil (de toda España). Una frase notable: «La gente tiene sed de cambio». Es evidente. Pero ella es vicepresidenta del Gobierno y ministra. ¿La sed de que cambie ella? ¿Del cambio que ella no ha hecho y dice que hará? Cuidado Sánchez. Piensa cómo acabaron sus anteriores patrocinadores.