Operación Comunismo Rosa
La fascinación colectiva con el show mediático de Yolanda Díaz ha convertido lo que es el producto de ambiciones y rivalidades personales en una sofisticada operación electoral diseñada por mentes poco menos que visionarias
El lanzamiento de la plataforma electoral de Yolanda Díaz ha provocado dos reacciones inquietantes desde el punto de vista democrático e intelectual. La primera, la complacencia generalizada con el comunismo de la líder, habitual y repetida, pero no por ello menos grave. Este medio, El Debate, y muy pocos más han recordado la alarmante anomalía democrática de un movimiento basado en las simpatías con el comunismo. Pero la tradicional frivolización del totalitarismo comunista es acompañada esta vez por una llamativa fascinación por su líder, que ha dejado a un lado todo análisis intelectual serio de esta operación Comunismo Rosa montada con el respaldo del socialista radical que preside el Gobierno.
La fascinación colectiva con el show mediático de Yolanda Díaz ha convertido lo que es el producto de ambiciones y rivalidades personales en una sofisticada operación electoral diseñada por mentes poco menos que visionarias. Como siempre, lo anterior se entiende también por el dominio mediático de la izquierda, que es capaz de convertir en oportunidad lo que todos consideraban un desastre para la derecha, la división en tres bloques. Pero, sobre todo, se trata del generalizado deslumbramiento con el discurso y la puesta en escena populista de la comunista vestida de rosa. Obnubilados con la voz afectada, la empalagosa sonrisa, el look de mechas y volantes, y esa constante alternancia entre los modos de la madre cariñosa y de la comunista autoritaria tan eficaz para la psicología del hombre masa que describiera Ortega.
La descarnada realidad es que esta operación surge de una combinación entre la desmedida ambición y deseo de protagonismo de Yolanda Díaz y su enfrentamiento personal con Pablo Iglesias. No hay ninguna diferencia ideológica entre ambos, tan solo el objetivo de controlar el espacio de la extrema izquierda. Es una simple lucha personal por el poder de dos egos desmedidos, los de Yolanda y Pablo. Una lucha en el que los ofendidos o defenestrados por Pablo se suman a Yolanda, pensando que tendrán más protagonismo y capacidad de acción con ella. Y probablemente confundidos también por esas engañosas puntuaciones de líderes que ponen en primer lugar a Yolanda Díaz, como ponían a Durán i Lleida en 2011, cuando ganó Rajoy, lo que bien recordaba hace unos días Bieito Rubido. O a Rosa Díez en 2013, con sus 5 diputados de UPyD, y no mucho antes de su debacle en 2015.
Pero aún es más sorprendente el astuto papel que otorgan los fascinados a Pedro Sánchez, con aquel eslogan que presentó hace un año, «o gobierna la derecha con la ultraderecha o nosotros con el espacio de Yolanda Díaz». La cruda realidad de la supuesta astucia es la división de la izquierda en tres plataformas electorales, fomentada por el propio Sánchez. Si no resuelven esa división, no solo dispersarán el voto de la izquierda, sino que, posiblemente, Sumar atraerá también parte del voto socialista mientras Podemos mantendrá el voto radical tradicional. Y el origen de tan brillante operación está nuevamente en otro ego desmedido, el de Pedro Sánchez, desafiado por Pablo Iglesias, pero hábilmente alimentado por Yolanda Díaz.