El desmemoriado
Ahora, con ochenta años, se ha declarado antifranquista, eso tan fácil de declarar en los tiempos que corren. Como manifestarse adversario de Don Amadeo de Saboya
Muy joven, y aun en Canarias, don Benito Pérez Galdós escribió su primera novela, «Memorias de un desmemoriado». Se trata de un texto ameno y poco apreciado por los enamorados de la ingente obra galdosiana, que se creó en Madrid y se culminó en Santander, la ciudad elegida por don Benito para disfrutar los últimos años de su vida. A don Benito le gustaba el paisaje de las playas santanderinas, siempre que no se viera obligado a pisarlas. Sentía repelús por la arena, único rasgo galdosiano que comparto. Para mí, que don Benito significó la cumbre de la generación del 98, y sus «Episodios Nacionales» mantienen toda la sabiduría, destreza, rigor histórico y calidad literaria de sus tiempos. Galdós se lee como si fuera un autor de nuestros días. Y de desmemoriado, nada de nada.
Desmemoriado –y el personaje desciende en importancia– el actor Emilio Gutiérrez Caba, hermano menor de las grandes actrices Julia e Irene Gutiérrez Caba. Emilio fue un actor notable, y como sus hermanas, muy mimado y presente durante el franquismo, lo mismo en los teatros que en el recordado y extraordinario «Estudio Uno» de Televisión Española, que dirigía Gustavo Pérez-Puig. Jamás alcanzó la maestría interpretativa de sus hermanas mayores, pero nadie le puede discutir su efectividad y su personalidad en el desempeño de sus papeles. También hizo cine, pero que sí y que no. Coincidió con una generación de actores geniales, Fernán-Gómez, Pepe Isbert, «Saza», Manolo Morán, Toni Leblanc, José Luis y Antonio Ozores, Antonio Garisa, José Bódalo, Alfredo Landa, y unos compañeros de reparto, desde Joaquín Pamplona a Valeriano Andrés, descomunales. Pero en los teatros arrancó las ovaciones que merecía, y como todos los actores y actrices de su época, jamás se metió en política. No obstante, la constante presencia de la familia Gutiérrez Caba en los carteles se identificó, para muchos, y quizá injustamente, con el Régimen.
Ahora, con ochenta años, se ha declarado antifranquista, eso tan fácil de declarar en los tiempos que corren. Como manifestarse adversario de Don Amadeo de Saboya. Y ha demostrado, amén de su sectarismo, una monumental desmemoria. Sin el talento de don Benito, claro está.
«La prueba de que nuestra democracia ha fracasado es ver a un torero franquista como consejero de Cultura». Se refiere el desmemoriado a Vicente Barreda, el torero franquista que tenía 6 años cuando falleció el General Franco. Un franquista muy adelantado intelectual y emocionalmente a su edad.
Vicente Barreda es torero. No existe el ex torero. El que lo ha sido lo será siempre, y por ello, intérprete del arte de la tauromaquia, que guste o no, es una grandeza cultural y universal de raíz tan profunda como española. No obstante, don Vicente Barreda, entre cornada y cornada – sufrió doce graves percances-, estudio y se licenció en Derecho. Es, por lo tanto, un consejero de Cultura torero y universitario, un abogado, no como los analfabetos podemitas y socialistas que tanto parece admirar y admitir el pequeño de los Gutiérrez Caba. La democracia española ha fallado, entre otros motivos, porque el Consejo de Ministros, el Congreso, el Senado y numerosos gobiernos municipales, han sido invadidos por profesionales de vivir, enriquecerse y prosperar a costa de los contribuyentes. Como muchos productores, directores, actores y actrices del Teatro y el Cine. Cuando las instituciones se colapsan de enchufados, gorrones, iletrados, groseros, alcornoques y asnos, no es que falle la democracia, es que ha fallado todo. Y no por la consejería de Cultura del torero y abogado Vicente Barreda, el que, según el más chico de los Gutiérrez Caba, era franquista con seis añitos recién cumplidos.
Cuando los Gutiérrez Caba figuraban en todas las carteleras.
Muy a su disgusto por lo bien que habían sido tratados durante el franquismo.
PD. No he escrito de lo de Putin porque ni Putin sabe lo que ha sucedido en Rusia.