Lo de Extremadura
La señora Guardiola habla, piensa, se mueve, discute, se planta y decide como si Extremadura fuera su finca y Yolanda Díaz e Irene Montero, de nuevo abrazadas, sus socias en la propiedad
Lo de la rubita de Extremadura y la inacción de Feijóo no es comprensible. Es cierto que Buxadé no es el mejor embajador de Vox. De haber sido diplomático podría haber roto relaciones, en nombre de España, con San Marino, la Santa Sede, Liechtenstein y Andorra, pero más preocupante es la importancia que se concede a sí misma María Guardiola, que por no alcanzar un acuerdo con Vox, prefiere nuevas elecciones y el triunfo seguro del PSOE extremeño. A la señora Guardiola, que es una mezcla de la sobrina más impertinente de Margaret Thatcher, Yolanda Díaz e Irene Montero, le han votado 236.000 ciudadanos extremeños, hartos de las políticas socialistas. Le ha ganado el expresidente Vara por 6.000 votos. Y el tercero en discordia, con un bagaje mucho más modesto, ha sido Vox con 50.000 papeletas.
Me atrevo a asegurar que más del 90 por ciento de los votantes en Extremadura al PP lo han hecho con la intención primaria de librarse del PSOE. Para ello, resulta tan sencillo como natural que pacte con Vox. Sin el apoyo de Vox, los 236.000 votos al PP no sirven para nada en su pretensión de formar un Gobierno. Guardiola es un disfraz de Yolanda Díaz con las monsergas LGTBI de Irene Montero. Y acusa a Vox de no enfrentarse al maltrato de género. Y esa acusación, además de indecente, es vil. Los 236.000 votos de hartazgo que ha acumulado el PP no lo han hecho para que su candidata tremole la bandera del LGTBI. Lo han hecho porque confían en una gestión política y económica que rescate a Extremadura de su pozo, de su pozo económico, de su pozo agrícola, de su pozo industrial, de su pozo ganadero, y de su pozo en los transportes y comunicaciones con el resto de España. Pero nos sorprende –a mí no, y ya lo adelanté días atrás para disgusto de un notable columnista de El Debate y eficaz tertuliano en la cadena COPE– que se sintió más que malherido, conmocionado con mi intuición. Guardiola es una ególatra y una acaparadora de votos de la que no es su propietaria. De repetirse las elecciones por no ofrecer una consejería a Vox en el Gobierno de Extremadura, el PSOE ganará de nuevo y el PP de Feijóo podrá perder mucho de lo que ha conseguido hasta la fecha. El votante del PP no teme a Vox, al que ya conoce por haber sido suyo. El votante del PP teme una nueva mentira de Sánchez y un renovado Gobierno con el comunismo, el independentismo y el terrorismo. Al votante del PP le importa un bledo que se ice o se arríe la bandera LGTBI, y el matiz semántico del maltrato de género. Sucede que la señora Guardiola habla, piensa, se mueve, discute, se planta y decide como si Extremadura fuera su finca y Yolanda Díaz e Irene Montero, de nuevo abrazadas, sus socias en la propiedad.
Vox no puede exigir mucho, pero sí que se valore su indispensable ayuda para formar un Gobierno estable, como en Valencia y Castilla-León. Creo que Guardiola, que tiene un conocido apellido catalán, no ha leído ni le importa al poeta barcelonés Félix de Azúa, de la Real Academia Española. Vive en Madrid porque ha huido de la ultraderecha. «La extrema derecha en España no es Vox, son los separatistas catalanes».
A esta mujer del sector más acomplejado del PP, su situación le viene muy grande. No sabe lo que tiene entre manos e ignora el inmenso daño que puede ocasionar al cambio político que los españoles reclaman. Tiene chulería, aplomo y soberbia, pero nada más. El Gobierno de Extremadura se tiene que negociar entre personas sensatas, inteligentes, respetuosas y comprensivas. Las hay de un lado y del otro en el conservadurismo y liberalismo español.
Todo menos someter a los extremeños a la bandera LGTBI, que parece ser lo más importante para la pepera podemita.