Y buenas tardes
Al culto de Évole le ha escandalizado que el nuevo y democráticamente elegido vicepresidente y consejero de Cultura de la autonomía valenciana sea un torero
No me he molestado en averiguar en qué ciudad, suburbio, urbanización, pueblo o aldea nació Évole, el millonario empleado de Atresmedia que presta sus servicios en La Sexta. Creo que no me equivoco en este dato profesional. Es en La Sexta de Atresmedia donde derrocha su talento y agudeza. Para mí, que tiene algo más de catalán que de vasco, y es mera intuición, quizá sostenida por su aspecto. No obstante, sus grandes y admirados amigos son vascos, como Arnaldo Otegui, que es un hombre cultísimo. Porque a Évole le fascina la Cultura con mayúscula, y de ahí su predilección por quien ha pertenecido a un movimiento cultural que asesinó a mujeres, hombres y niños en perjuicio de quienes se han dedicado a la tauromaquia. Ante todo, muestro mi respeto hacia todos los que manifiestan su desacuerdo, y hasta su repulsión, por la Fiesta Nacional,
siempre que ellos me correspondan respetando mi repugnancia por los que, en lugar de crear arte en movimiento jugándose la vida, se han afanado en explosionar bombas y disparar a la nuca a inocentes, fueran mujeres, hombres o niños. O los que ordenaban desde su despacho que lo hicieran, que es lo mismo con menos riesgo. Creo que es justo solicitar a los partidarios del movimiento cultural de la ETA esa correspondencia en el respeto y la repulsión.
Hay en España centenares de miles de personas decentes y respetables que abominan de los Toros. Y otros centenares de miles –más bien, millones–, de españoles que disfrutan o padecen con afición constante del misterio de la tauromaquia, cuyo caudal cultural universal es incomparable. Caudal literario, poético, pictórico, escultórico, plástico, musical y hasta cinematográfico.
Al culto, eximio y druida Évole le ha escandalizado que el nuevo y democráticamente elegido vicepresidente y consejero de Cultura de la autonomía valenciana, del Reino de Valencia, sea un torero, un más que notable matador de toros. Vicente Barrera, que forma parte de la candidatura de Vox. Évole se hace fotografías abrazado a un miembro del movimiento cultural que asesinaba a seres humanos, y no tolera a un matador de toros que, además, es abogado. Nos recuerda Antonio Burgos que, siendo aún novillero, don Vicente Barrera fue sacado a hombros por la Puerta del Príncipe de la plaza de Toros de Sevilla, de la Real Maestranza de Caballería, hermana de la Real Maestranza de Caballería de Valencia, y que años más tarde, en plena feria valenciana de San Jaime, le dio la alternativa don Francisco –Curro– Romero con don Miguel Báez. «El Litri», como testigo. Creo, y lo lamento, que una persona tan sabia y culta como Évole, de tan sencilla comunicación con el dirigente del movimiento cultural etarra, no se haya detenido a hablar con un torero, ni a comprender a un torero, ni a admirar a un torero, ni a disfrutar de la sabiduría de un torero. Se aprende mucho de la vida cuando hay que aprobar día tras día la asignatura de crear arte ante la muerte. Don Vicente Barrera lleva en su cuerpo las cicatrices de doce cornadas, y merece un respeto. Como ciudadano, como valenciano, como español libre, como universitario, como abogado, como artista y como valiente. Ha matado a los toros cara a cara jugándose la femoral, mientras el amigo que tanto admira Évole se dedicó a secuestrar culturalmente a españoles, respetando amablemente sus vidas a cambio de dinero, y posteriormente a conocer y defender la utilidad de centenares de atentados terroristas, y para Évole, probablemente culturales.
Lo que quizá haya molestado a Évole, que sigo intuyendo inmerso en el catalanismo independentista, es que Valencia, con el PP y Vox, va a detener la entrega y sumisión del viejo Reino al Principado costero de la Corona de Aragón. Y que la ciudad Condal de Barcelona, la más importante de Cataluña y segunda de España, no será gobernada por los separatistas de Waterloo –los caganers–, o los extremistas de «Esquerra» Republicana. Y ahí es donde Évole no ha sabido coger los toros por los cuernos y ha hecho el ridículo, que, en persona tan culturalmente formada como la suya, resulta imperdonable.
En fin, que me mantengo en la ignorancia de su origen y le deseo muy buenas tardes.