El pacto del pasmo
Miles de los votantes de Buruaga han pasmado –y quizá, alguno palmado–, con el pacto del PP con el PRC, para evitar el más natural y aceptable acuerdo con Vox
Soraya Sáenz de Santamaría, vicepresidente del Gobierno de Rajoy y gran impulsora de Podemos, confió el PP de Cantabria a María José Sáenz de Buruaga. De Sáenz a Sáenz y tiro porque toca, que no rima. Posteriormente, Casado y Teo el Lanzahuesos derrotaron a Soraya, pero Sáenz de Buruaga fue respetada en su honroso cargo. Ocho años atrás, Saénz de Buruaga, poco antes de las elecciones municipales, se entrevistó con los dos alcaldes del Partido Popular más votados por sus vecinos. Enrique Bretones, de Alfoz de Lloredo –La Busta, Novales, Cóbreces, Oreña, Rudagüera, Cigüenza y Toñanes– y Lorenzo González Prado, de Valdáliga –Caviedes, Labarces, Lamadrid, Roiz, San Vicente del Monte, el Tejo y Treceño–. Los dos, con mayorías absolutas abrumadoras. La entrevista se resumió en un detalle de gran sabiduría política. «Ustedes están amortizados y hay que ilusionar a los vecinos de Alfoz y Valdáliga con caras jóvenes y nuevas». Los dos alcaldes del PP se dieron de baja del PP y se presentaron con sus concejales del PP que también abandonaron al PP, como agrupaciones vecinales. Y obtuvieron aún mayor apoyo de sus vecinos. Repitieron triunfo cuatro años después, y en las últimas elecciones mantienen, como antaño, sus mayorías absolutísimas. De haber nacido en la selva del Amazonas y pertenecer a la tribu de los Cururú, la señora Sáenz de Buruaga habría sido llamada «Atapuy Humará», que significa «La que ve con claridad más allá del horizonte».
Miguel Ángel Revilla ha sido presidente de Cantabria durante 16 años, durante los cuales ha gobernado con todos. Lo que quedó del injustamente tratado Juan Hormaechea, el PP, el PSOE, y en la última legislatura con el compromiso de Podemos. Excepto en el último mandato, jamás ganó las elecciones, y cuando lo hizo, hace cuatro años, con mayoría simple. En las recientes elecciones, ya con grietas y escándalos, su muralla se derrumbó. La noche de la apertura de la campaña electoral, la candidata del PP, señora Sáenz de Buruaga, empapeló Santander y muchas localidades de La Montaña con un cartel en el que aparecían los rostros de Sánchez y Revilla con el mensaje «Son lo mismo». Y parece que ha llegado a un acuerdo de gobernación con la abstención de uno de los que «son lo mismo», a cambio de prudencias en el tratamiento de los posibles casos de corrupción del PRC. Por lógica, miles de sus votantes han pasmado –y quizá, alguno palmado–, con el pacto del PP con el PRC, para evitar el más natural y aceptable acuerdo con Vox. Porque la abstención del PRC significa mucho. Entre otras cosas, el mantenimiento en las altas esferas del poder del perdedor Revilla, que no tiene un pelo de tonto, y hará lo posible y lo imposible para dominar desde la sombra la labor acomplejada de una mujer que no ha hecho nada todavía, excepto ganar con minoría a quien ya estaba previamente derrotado. Otra cosa es la mayoría absoluta y arrolladora que ha obtenido la alcaldesa de Santander del PP, Gema Igual, de la que se supone por sus gestos, que de haber vencido con mayoría simple, antes que pactar con los concejales electos del PRC lo hubiera hecho, con toda naturalidad, con los de Vox. Claro, que ella no necesita de pactos porque los ciudadanos le han librado de ello.
¿Cuántos militantes y votantes del PP le habrían negado el voto a Sáenz de Buruaga de haber conocido sus intenciones de pactar con Revilla?
Respuesta tan fácil como inconcreta. Muchos. Claro, que en una nación como España, que se permite el podrido lujo de presentar con el número 2 de las listas de la ultraizquierda hueca y sobona a un embajador de España que alentó el «Procés», y escribió artículos con seudónimo humillando al Rey y al Rey Don Juan Carlos, lo de la Buruaga es cuesco de colibrí o eructillo de ratón. Pero cuesco y eructillo. Y no es necesario subir hasta la cumbre del Naranjo para contemplar el paisaje de la deslealtad a los votantes.