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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Ante la muchedumbre

La intervención de la niña de la curva que dio paso a la prédica emocionada de la rebajadora de penas a los delincuentes sexuales. Al término de sus discursos, se oyeron aplausos en la abarrotada sala.

Actualizada 01:30

Una muchedumbre de doscientas personas aguardaba en la calle la llegada de la rebajadora de penas a los delincuentes sexuales y la niña de la curva, que últimamente habla y opina mucho de fútbol femenino. Para mí, que se está labrando su porvenir en el banquillo de la Selección, si es que queda banquillo y vuelve a existir la Selección. Creo haber reconocido en la fotografía de grupo del fundamental acto podemita a Lillith Verstrynge, pero no puedo confirmarlo porque estoy escribiendo de memoria. Ignoro el motivo de convocar a tan desparramada muchedumbre, cuyos componentes me causaron, siempre en las imágenes fotográficas, una agradable impresión. Más de la mitad de los asistentes, por su aspecto, me aventajaban en edad, lo cual demuestra el luminoso futuro de Podemos en el marco reivindicativo-social del mañana, e incluso, del pasado mañana en la política española.

El acto tuvo dos momentos culminantes. La intervención de la niña de la curva que dio paso a la prédica emocionada de la rebajadora de penas a los delincuentes sexuales. Al término de sus discursos se oyeron aplausos en la abarrotada sala. Para mí, que a última hora consiguieron ocupar todos sus asientos invitando a los ancianos de una residencia de la tercera edad vecina al salón de actos a cambio de una merienda. Pero se trata de una suposición, no de un hecho histórico constatado.

La niña de la curva estuvo cumbrera y perforante. «No apoyaremos a Sánchez si Irene Montero no sigue al frente de la modernidad en el ministerio de Igualdad». La niña de la curva es ministra en el Gobierno de Sánchez y para emitir tan duro mensaje no era necesario molestar a doscientos entusiastas seguidores. Hubiese bastado que, en una reunión del Consejo de Ministros en funciones, advirtiera a su presidente de sus intenciones. Y posteriormente, la rebajadora de penas a los delincuentes sexuales agarró el micro con la fiereza que caracteriza a las grandes mujeres de la historia, y puso a caer de un burro a la ministra de Justicia, que es también su compañera en el Gobierno. Para doña Irene, su ley es perfecta, y los culpables de las mil quinientas rebajas de penas y los más de cien delincuentes que han recuperado su libertad, se debe a la torpeza de los jueces que no han sabido interpretar la letra pequeña de su Ley de «Sí Sólo es Sí». Y como era de esperar, se postuló para seguir al frente del ministerio de la Igualdad, porque los jueces son los culpables de la confusión creada por su Ley, y no ella, excelsa jurista.

Pero el verdadero motivo de alcance de esa multitudinaria reunión, a la que creo asistió Lillith Verstrynge, la encantadora vivaracha, fue otro, y muy diferente. Motivo de alcance que resumo.

Y no yerro.

«Queridos, queridas y querides amigos, amigas y amigues. Me temo que el presidente del Gobierno al que he servido con tanta eficacia, ha decidido, decidida y decidide, prescindir de mí en el futuro y dejarme en la calle. No resulta bonito, bonita ni bonite pasar de ministra a la cola de los parados, paradas y parades. A pesar de tener ahorrillos, ahorrillas y ahorrilles, mi nivel de vida va a experimentar un cabronísimo, cabonísima y cabronísime descenso. Y hay que presionar para que ello no suceda. Pablo y yo nos veremos obligados, obligadas y obliglades a vender el chalé de La Navata. Me retirarán a los escoltas, escoltos y escoltes. Y me obligarán a vivir en casa de mi suegra. Y por ahí no paso. Gracias por vuestro apoyo, apoya y apoye. ¿Qué narices hago si no soy ministra?»

Aplausos, y finalmente, entre lágrimas, abrazos y besuqueos, la merienda.

Perdón por mi insistencia. Creo que asistió Lillith Verstrynge.

Hay que valorar lo importante.

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