Mañana, todos a Barcelona
Tenemos muchas razones para estar allí. Poderosos argumentos de defensa de la democracia, la convivencia, la igualdad, la libertad, la historia común o el Estado de Derecho
Cuando era un niño, mi padre, tras sus largas navegaciones, traía siempre un trozo de Barcelona en su maleta y un relato de admiración interminable en sus largas charlas. Así aprendí, desde muy pequeño, a amar y querer a Barcelona. Mi hermano Luis incluso se hizo del Barça. Yo creo que fue más por Cruyff que por lo que mi padre nos contaba. En ese terreno yo me mantuve fiel hasta el día de hoy al Deportivo de La Coruña. Pasiones futbolísticas aparte, lo cierto es que, desde una esquina del Atlántico, allá donde se acaba el mundo, nos enamoramos de Barcelona. Ya de mayor, con mi autonomía personal, pude reafirmar mi enamoramiento sobre el terreno. Cuando quieres a una ciudad, amas en realidad su alma, y ella viene dada por sus gentes. Esa relación de afecto se mantuvo a lo largo de los años, al igual que los vínculos evidentes que entre sí mantienen todas las tierras de España, pueblo de muchos pueblos, algunos de los cuales le dieron a Cataluña lo mejor que una tierra puede dar otra: sus gentes.
Son precisamente esas gentes que sienten tan suya a Barcelona, como lo hacía mi padre en su relato de amor a aquella urbe en la que me compró mi primera estilográfica, las que mañana quieren decirle a toda España que Cataluña también es mía y tuya y de los padres de Rufián, Xavi Hernández o de Montilla, todos ellos llegados de Andalucía, como también lo fue de los abuelos de Pujol, o como Galicia es y seguirá siendo la casa de los Massó, los Portanet, los Morros-Sardá y tantos otros que buscaron un nuevo horizonte lejos de su cuna catalana.
Cataluña también es mía y no quiero que me la arrebaten. Como entiendo perfectamente la pasión atávica que por Andalucía sienten los vascos o como Madrid se ha convertido en el territorio urbano, mestizo y acogedor de los españoles del mundo entero. Mañana tenemos muchas razones para estar en Barcelona. Poderosos argumentos de defensa de la democracia, la convivencia, la igualdad, la libertad, la historia común o el Estado de Derecho. Hay motivos, ahora más que nunca, para defender la España democrática en uno de los lugares más emblemáticos de la propia historia española, pero además de todo ello, los 48 millones de españoles poseemos el legítimo derecho de hacer la demostración emocional de amor a la tierra catalana, porque también es mía y tuya y no dejaremos que nos extraigan esa parte de la patria común.