España, camino de ser Venezuela
La deriva de nuestro país es cada vez más evidente y cada vez va a ser más difícil frenarla. Nunca olviden la cara de desprecio que pone Sánchez cuando alguien le lleva la contraria. Él está en posesión de la verdad. Como lo estaba Hugo Chávez o lo está Nicolás Maduro
Hace un par de años, todavía nos reíamos cuando escuchábamos a algunos exiliados venezolanos que, cuando alguien les preguntaba de dónde venían, ellos hacían la broma de decir que «del futuro». Y cuando uno se quedaba con cara de desconcierto, rápidamente te aclaraban «porque el futuro de España es ser como Venezuela hoy». Cada vez es más evidente que hicimos muy mal en ser incrédulos. Porque cada vez estamos más cerca de que Pedro Sánchez cumpla su objetivo de perpetuarse en el poder.
En Venezuela, durante 14 años, Hugo Chávez fue tomando el control de todos los resortes del poder y de todas las instituciones. En España estamos viviendo una situación similar con el progresivo control de las instituciones legales y políticas: el Tribunal Constitucional, el Consejo General del Poder Judicial, el Centro de Investigaciones Sociológicas, el Tribunal de Cuentas, el Consejo de Estado, Correos, INDRA, la marginación de las Cortes Generales… Pero a diferencia de Chávez, Sánchez ha perpetrado este asalto en sólo cinco años.
En la última semana hemos tenido una nueva manifestación del totalitarismo sanchista en el Congreso de los Diputados y en el Senado. La cámara baja permanece inactiva por voluntad de Sánchez, algo inaudito en una democracia. Y la Cámara Alta es ignorada por el Gobierno dado que el PP tiene mayoría absoluta allí. Éste es el sentido de la democracia que tiene este PSOE. Y Hugo Chávez también empezó ignorando al Congreso venezolano.
Con una prepotencia como la que demostró el dictador de Venezuela, Sánchez empieza a descalificar a todos los que no se postran rendidos ante él. Y desprecia profundamente a sus compañeros socialistas que levantan la voz contra el giro que ha dado el PSOE alejándose de sus políticas tradicionales. El PSOE hoy no es más que un aparato al servicio de la persona, no de las ideas, buenas o malas. No respeta ni sus propias decisiones. Como bien ha recordado Alfonso Guerra, el no aceptar amnistías fue una decisión tomada por el órgano supremo del PSOE, el Congreso Federal. En cualquier partido mínimamente democrático, veríamos cómo se vuelve a convocar ese órgano para modificar su posición. Aquí no lo veremos porque Sánchez vive al margen de su partido. Y lo que es peor para el PSOE y la democracia, nadie en su partido tendrá el valor de alzar la voz en los órganos internos.
Si a todo lo anterior sumamos el amplio control de los medios de comunicación que mantiene el Gobierno, acabaremos viendo cómo la pluralidad va desapareciendo e incluso los medios moderadamente críticos, lo son cada vez menos hasta que acaben siendo adquiridos por la boliburguesía sanchista que encarnan los Roures y compañía. De hecho, algo así es lo que ha ocurrido con El País, donde casi sólo Juan Luis Cebrián mantiene las mismas posiciones que ha representado el periódico desde que Jesús Polanco tomó el control absoluto del mismo y hasta hace cinco años. Alfredo Pérez Rubalcaba, que fue miembro de su consejo editorial algunos años, seguro que no seguiría en él hoy. Ni por voluntad propia, ni por la de los actuales gestores.
La deriva de nuestro país es cada vez más evidente y cada vez va a ser más difícil frenarla. Nunca olviden la cara de desprecio que pone Sánchez cuando alguien le lleva la contraria. Él está en posesión de la verdad. Como lo estaba Hugo Chávez o lo está Nicolás Maduro.