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HorizonteRamón Pérez-Maura

No hay vuelta atrás

Dice el entorno de Sánchez que él está tranquilo y seguro de que triunfará. Que los mensajes de los últimos días de que ya no están tan seguros de que habrá investidura sólo son puesta en escena

Actualizada 08:51

Fue la presidente de Cantabria, María José Sáenz de Buruaga, la que resumió en una frase en la sesión de ayer en el Senado el momento que vive España: «La amnistía supone un torpedo en la línea de flotación de nuestra democracia». Y cómo cabía suponer, no había nadie del Gobierno para escuchar esa afirmación. Ni del Gobierno, ni ningún presidente socialista, ni siquiera el presidente de la Generalidad al que todos los asistentes escucharon en la comisión y que en una muestra perfecta de su talante de demócrata y de la educación que probablemente no tuvo padres que le dieran, se fue sin escuchar a nadie. Y lo que es peor, no es que se tomara un avión y volviera a Barcelona. Se quedó en el Palacio del Senado, pero para una reunión privada con los representantes de EH Bildu.

Grave es que Pere Aragonès se negara a escuchar. Pero más grave es que los socialistas den la espalda al Senado porque ahora no lo controlan. Ése es el respeto que sienten por las instituciones. A Sánchez le importa mucho más su persona y formar Gobierno que la cámara territorial del sistema parlamentario español. Por eso el PSOE dio la espalda al Senado ayer. Porque era imposible intervenir y asumir todo lo que espetó Aragonès. Y si le matizaban lo más mínimo, corrían un grave riesgo de perder su apoyo en la investidura.

Si fue contundente la afirmación de la presidente de Cantabria, casi lo fue más la de Isabel Díaz Ayuso cuando preguntó a las bancadas casi desiertas de los socialistas «¿Queda ahí alguien que defienda España?» Ésa es la tragedia que afronta nuestra patria hoy. Un partido clave en la arquitectura del Estado ya no mueve un dedo por defender la integridad de España. Y lo que es peor, descalifica a los veteranos miembros de sus filas que critican la deriva de su actual secretario general.

Dice el entorno de Sánchez que él está tranquilo y seguro de que triunfará. Que los mensajes de los últimos días de que ya no están tan seguros de que habrá investidura sólo son puesta en escena. Se trata de presentar la investidura que sí existirá como un gran triunfo frente a los agoreros que creían que no lo lograría. A Sánchez le da igual lo que tenga que ceder al independentismo catalán. Su visión de España es similar a la que tenían los mandamases del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética. A él le da igual quién es el presidente de la Generalidad. Lo que importa es controlar la sala de máquinas del PCUS. El PCUS de Sánchez es la sala de máquinas de la Moncloa. Y, como con el PCUS, él ha ocupado todas las instituciones. Está muy bien que cinco presidentes autonómicos del PP hayan anunciado recursos al Tribunal Constitucional sobre los pactos de Sánchez. Pero es por eso por lo que Pedro Sánchez, el presidente de extrema izquierda, el violador de la Constitución, el aliado de los comunistas y los separatistas, se aseguró primero de tomar el control del Tribunal Constitucional. Para que no hubiese vuelta atrás posible. O al menos visible.

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