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El astrolabioBieito Rubido

En nombre de España, no

Los socialistas últimamente nunca llegan al poder de manera limpia, desde 2004 lo hacen siempre de forma abrupta

Actualizada 18:08

De nuevo Sánchez cambia de opinión, que es la forma que él tiene de llamarle a la mentira. En esta ocasión su cambio de criterio tiene que ver con conceder una amnistía a quienes han dado un golpe contra la democracia española e insisten en volver a darlo. Vamos a perdonar a unos delincuentes para que vuelvan a delinquir. ¡Menudo Estado de Derecho! Nos referimos a los independentistas de Puigdemont y demás corte de los milagros.

La realidad, y no hace falta ser un conspicuo analista, es que el dirigente del PSOE necesita esos votos para seguir mandando. Los socialistas últimamente nunca llegan al poder de manera limpia, desde 2004 lo hacen siempre de forma abrupta.

No busquen ustedes más lecturas ni complejas interpretaciones, lo único que se esconde es la ambición personal de un aventurero que quiere continuar durmiendo en el colchón de la Moncloa, aunque en su empeño produzca uno de los mayores destrozos que se recuerdan.

Ahora nos dice Sánchez que su propuesta de amnistiar a los golpistas lo hace en nombre de España. Pues como español le digo que en mi nombre no. Estoy convencido de que tampoco en el nombre de millones y millones de ciudadanos de esta nación llamada España. No utilice el nombre de España en vano. Los españoles –salvo el millón y medio que votaron a Bildu, PNV, Esquerra, Junts y BNG– no quieren romper su país, no quieren blanquear a los terroristas, no quieren mirar para otro lado cuando se incumplen las leyes, no quieren ciudadanos de dos categorías, no te quieren a ti Sánchez, ya que no logras nunca el respaldo mayoritario de este país como si lo lograron los presidentes anteriores.

La sociedad española no puede admitir que la aventura personal de un dudoso demócrata ponga en riesgo todo lo conseguido con la convivencia pacífica con la que nos bendijo la Constitución de 1978. Si hubiese elecciones, Sánchez sabe que su derrota sería épica, como lo fueron aquellos 84 escaños que cosechó en 2017. Es un hombre débil y atemorizado. Por eso actúa como actúa.

Su ambición, envuelta en miedos, ha contaminado también a los suyos, donde apenas si hay un justo, puede que sea Page, pero las palabras hay que convertirlas en hechos.

Como corolario final, volveré a insistir que en mi nombre, que también soy España, no puede este aventurero tomar decisiones que comprometa el futuro de mi nación.

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