¡Qué maravilla: Sánchez se envuelve en la bandera!
Cuesta entender en ocasiones el odio a lo propio. A tu país, a tus raíces, a tu cultura o a tu lengua. En pocos lugares del mundo se da una circunstancia como la estupidez que nos acompaña a los españoles en esta materia
Ayer en el mitin a mayor gloria del líder sanchista, que ya no socialista, el PSOE llenó el recinto de banderas de España, circunstancia prácticamente inaudita. No seré yo quien reproche semejante gesto al partido sanchista. Todo lo contrario. Lo voy a alabar y animar a perseverar en el acierto. La bandera de España no es de nadie en particular y es de todos, así que igual que los franceses, sean de la ideología que sean, llenan sus mítines de banderas de su nación, también la izquierda española debe aprender a querer y valorar la del conjunto total de los ciudadanos. Esta enseña, por más que se empeñen, no la inventó Franco. Fue la bandera de España y de los españoles durante más de trescientos años, con excepción del breve paréntesis hecho de la desafortunada segunda República.
Recuerdo ver a Rubalcaba, a la sazón líder supremo del PSOE de la época, acudir a un acto de campaña electoral del socialista Hollande, en Marsella. Portaba en su mano una pequeña bandera de Francia, al igual que los miles de participantes en aquel mitin. Me llamó la atención la alegría con que Rubalcaba agitaba ese símbolo de Francia y lo mucho que al PSOE le costaba hacer lo mismo con la bandera de su propio país.
Cuesta entender en ocasiones el odio a lo propio. A tu país, a tus raíces, a tu cultura o a tu lengua. En pocos lugares del mundo se da una circunstancia como la estupidez que nos acompaña a los españoles en esta materia. Solo así se explica –desde la estupidez– el empeño en querer traicionar la propia nación que gobiernas, tu patria. Si se aplica el raciocinio, no se encuentra explicación; políticos y medios de comunicación empeñados en abandonar su condición de españoles para convertirse en no se sabe muy bien qué.
No olvidemos que todo el movimiento nacionalista e independentista es del otro día, muy reciente, apenas tiene unas raíces históricas que los justifiquen. Solo el ansia caciquil de poseer una finca propia, aunque sea más que pequeña o más pobre, explica lo que ocurre, aunque nunca lo justifica.
Así debemos dar la bienvenida al cariño del PSOE sanchista hacia la bandera propia, aunque es posible que detrás de ello exista una torticera razón o, lo que es peor, la nada.