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HorizonteRamón Pérez-Maura

Sánchez cruzó una línea roja y sin retorno

Si alguna vez tuvo Sánchez una esperanza de hacer carrera en las instituciones comunitarias, ayer se pegó un tiro, no en el pie, sino en la entrepierna. Y tiene peor arreglo

Actualizada 01:30

Me sumo a los muchos que dicen que el miércoles fue un gran día para España en el Parlamento Europeo. Al fin las instituciones de la Unión tuvieron que confrontar al verdadero Pedro Sánchez. Lamento mucho no haber visto cómo se le quedó la cara a Úrsula von der Leyen después del discurso de Sánchez. Sánchez el miércoles cruzó todas las líneas rojas, las que no tienen retorno. Digo que fue bueno para España porque al fin el presidente del Gobierno demostró ante las instituciones europeas su verdadera naturaleza de autócrata.

Llevamos un lustro viendo cómo la mentira no tiene consecuencias para el presidente del Gobierno y secretario general del PSOE. Así que volvió a recurrir a ella en la Eurocámara diciendo que Vox y PP están cambiando los nombres de las calles y recuperando el callejero franquista. Falso de toda falsedad. ¿Cuántos ejemplos que sostengan su afirmación puede ofrecer Sánchez? Apuesto a que ni uno. Y que los nombres que se han revertido serán casos cómo el de la calle El Algabeño de Madrid, donde yo vivía, y que llevó a una demanda de los vecinos contra el ayuntamiento.

El iletrado equipo de Carmena quitó el nombre de El Algabeño porque encontraron en internet más espacio dedicado a Algabeño Hijo (José García Carranza), valeroso falangista y mano derecha del general Queipo de Llano, que a su padre, el torero El Algabeño, José García Rodríguez. La calle de El Algabeño estaba en un barrio lleno de avenidas y calles dedicadas a figuras del toreo de finales del XIX y principios de XX. El Algabeño debutó en 1894 y se retiró en 1912. Pero los carmenistas decidieron que la calle iba por su hijo que toreó un cuarto de hora. Y cambiaron el nombre de la calle por el de José Rizal, un traidor a España. (Lo de ser traidor debe de ser menos grave que ser falangista). Algunos vecinos lo llevamos a los tribunales y lo ganamos en primera instancia. El ayuntamiento recurrió y en ese momento se convirtió en alcalde José Luis Martínez-Almeida que no retiró el recurso del Ayuntamiento de Madrid -querido alcalde, comuníqueselo al presidente del Gobierno a ver si deja de considerarle un fascista- y al final los vecinos ganamos el pleito y la calle ha vuelto a ser El Algabeño -yo ya no vivo allí. Lo que es evidente es que el cambio del nombre de un torero por un filipino ejecutado por traición a la patria lo recurrimos y ganamos los vecinos sin ningún apoyo del PP ni de Vox.

Pero la catástrofe para Sánchez no fue el mentir, sino su pérdida de toda referencia al decir al presidente del PPE, Manfred Werner, que qué pasaría en Alemania si alguien pusiera calles a nombre de dirigentes nazis. Volviendo a la tauromaquia, ahí Sánchez lo hizo como Cagancho en Almagro. Ha cruzado una línea roja que no le van a perdonar nunca. En Alemania hubo un gran consenso para dejar a tras la Segunda Guerra Mundial y el nazismo. Nadie ha acusado o preguntado a los alemanes qué hicieron sus padres o abuelos durante el nazismo. Es una etapa de la que la inmensa mayoría de los alemanes se siente profundamente avergonzada -y con razón para ello. Y Sánchez cree que es equiparable con el franquismo y de ahí su argumento bastardo. Que le vaya bonito.

Como bien declaró Werner ayer en El Mundo, si alguna vez tuvo Sánchez una esperanza de hacer carrera en las instituciones comunitarias, el miércoles se pegó un tiro, no en el pie, sino en la entrepierna. Y eso tiene peor arreglo.

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