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Pecados capitalesMayte Alcaraz

En recuerdo de Tomás Caballero

El PSOE tendrá que levantar siempre ese fardo de vileza, como un día Patxi López levantó el ataúd de un compañero al que, como a Tomás Caballero, insultan quienes tenían la obligación moral de honrar

Actualizada 01:30

Entre los indeseables a los que ha blanqueado el acuerdo socialista con los proetarras en Pamplona no solo está Arnaldo Otegi o el futuro alcalde, Joseba Asirón, sino un tal Joxe Abaurrea, en el que conviene detenerse, que es la mano derecha del próximo regidor, por la gracia sanchista, de la capital navarra. Hay que ponerse en situación. Corría el año 1998. El concejal de UPN Tomás Caballero, es tiroteado y asesinado por ETA –como en total lo fueron 27 navarros– a diez metros de su casa. Abaurrea se sentaba en el mismo consistorio que él. Cuando el 6 de mayo de 1998 se celebra un pleno de repulsa por la execrable acción en la Corporación pamplonesa, Abaurrea se niega a sumarse, y calla en cuantos actos de homenaje se tributan a Caballero. El entonces alcalde, Javier Chourraut (CDN), llegó a pedir a los concejales de Herri Batasuna, incluido este individuo que va a gobernar Pamplona, que intercedieran para evitar que ETA siguiera asesinando; algo que nunca ocurrió.

Veintiún años después, Abaurrea volvió a ocupar el escaño municipal de la mano de Bildu, junto a Asirón, sin que ni entonces ni ahora mostrara rechazo por las salvajadas terroristas. Esta excrecencia ha impartido magisterio por España sobre los derechos democráticos. El simpar Kichi, cuando era alcalde de Cádiz, lo invitó a hablar de Memoria Histórica en la ciudad gaditana. Con la connivencia del estercolero podemita, se permitió dar lecciones sobre democracia y libertad pagadas con el dinero de los gaditanos. De hecho, pontificó sobre las víctimas de la guerra civil quien había pisoteado y todavía pisotea la dignidad de las víctimas de los pistoleros de ETA.

También en el Ayuntamiento navarro se dedicaba a impartir clases de derechos humanos a los concejales de UPN. Recordaré aquí lo que le contestó Fermín Alonso cuando le acusó de franquista: «A mí me puede llamar nazi o franquista, lo que quiera, lo que no toleraré jamás, jamás, es que relacione ni mínimamente a mi partido con el franquismo. ¿Sabe quién peleó contra el franquismo? Tomás Caballero. Y no lo mató el franquismo. Y usted, cuando lo mataron, a ese antifranquista, hizo lo que hizo. O, mejor dicho, no hizo lo que debería haber hecho. Y ese es un papelón que quedará para siempre en las actas».

Esta frase hasta que llegó Pedro Sánchez era patrimonio moral de los partidos constitucionalistas en el País Vasco y Navarra. Era la línea roja que nunca iban a traspasar PP y PSOE para aislar de por vida a quienes habían alentado los asesinatos y, en muchas ocasiones, servido de chivatos desde los Ayuntamientos para colocar la diana en la espalda de otros políticos. Eso ha saltado por los aires –ayer lo denunciaron los navarros en las calles de Pamplona–, como si la propia ETA lo hubiera hecho, para que un socialista enfermo de ambición y poder, continúe días, meses u años en una poltrona manchada de indignidad. Pero ese tiempo pasará y Sánchez volverá a ser un ciudadano más. Y el PSOE tendrá que levantar siempre ese fardo de vileza, como un día Patxi López levantó el ataúd de un compañero, al que, como a Tomás Caballero, insultan quienes tenían la obligación moral de honrar.

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