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Cosas que pasanAlfonso Ussía

SGAT

La culpa no es del matrimonio Sánchez, que en cuestiones de ahorro y pulcritud en el uso del dinero público es de una ejemplaridad cristalina. La culpa es de los ineptos de la SGAT, que no saben ordenar documentos ni facturas

Actualizada 01:30

La SGPG, o Secretaría General de la Presidencia del Gobierno, se dispone a cambiar de denominación. Pasará a llamarse SGAT, Secretaría General de Asuntos Turbios, dependiente del negociador gordito. Se trata de una secretaría fundamental para prevenir futuros inconvenientes judiciales. Su misión principal, perder papeles y facturas que pudieran afectar a la insuperable chulería presidencial.

Ignoro si el Ejército del Aire y el Ministerio de Defensa guardan en sus archivos el uso, y los motivos de su utilización, de los aviones oficiales por parte de Sánchez, la relación de los viajeros, y el importe económico de los vuelos del presidente, ora en el Airbus, ora en el Falcon, ora en el Puma. Sería conveniente analizar sus apuntes. Porque la Secretaría General de la Presidencia del Gobierno se ha reconocido incapaz de aportar los datos solicitados por el Congreso y el Senado. Por ejemplo, la razón de los 33 vuelos –66 si contamos los retornos– a la República Dominicana. En la calle se dice de todo, que ya es sabido lo curiosa e inquisitiva que es la calle. Que si los Sánchez se están construyendo un pequeño chalé en Punta Cana, que si el pequeño chalé no es tan pequeño, que trasladan bultos con contenido secreto, que si patatín, que si patatán. Los enchufados que trabajan en esa Secretaría General, o son muy vagos o pecan de excesivo celo en la pérdida de documentos. No saben nada de nada. El Debate ha informado de los 88 días de vacaciones que Sánchez ha disfrutado en La Marismilla de Doñana, los Quintos de Mora en la provincia de Toledo y la Mareta, la preciosa casa en la costa de Lanzarote que le regaló el Rey Hussein de Jordania al Rey Juan Carlos I y que, inmediatamente después de recibirla, Don Juan Carlos ordenó que fuera registrada a nombre del Patrimonio Nacional. La Secretaría General de Asuntos Turbios, ubicada en el complejo de la Moncloa, no se ha enterado de la identidad de los invitados gorrones, familiares o amigos, que acompañaron a los Sánchez en esos 88 días de vacaciones, y tampoco a desvelar el importe de las facturas pagadas por todos los contribuyentes españoles. Estimo que la manera de hacer política de Sánchez tiene que resultar agotadora. Un día con los de Sumar, otro día convenciendo a los de Podemos, el tercer día pactando con los ultraderechistas separatistas de Cataluña, el cuarto con los beatos independentistas del PNV, el quinto con los terroristas etarras, el sexto con el despojo comunista que sueña con asesinar al Rey en La Zarzuela, y el séptimo a descansar. Pero en un año no entran en el calendario 88 fines de semana. Ni en la decencia y la honestidad se admite que, con cargo al dinero público, los amigos chupópteros de Sánchez se beban nuestros vinos, se zampen nuestros jamones de bellota, se forren a mariscos, y terminen con un tercio de las angulas que entran en las noches rugientes e invernales por la boca de nuestras rías norteñas procedentes del Mar de los Sargazos. Reconozco que un presidente del Gobierno tiene algún privilegio, pero no sus amigos, sus pelotas, los amigos de las niñas, y los papaes y las mamaes de nuestra pareja presidencial. Y no me creo que hayan perdido, extraviado o depositado en las papeleras, los 88 expedientes de tan imprescindibles traslados y alojamientos en las tres palaciegas residencias vacacionales.

No obstante, la culpa no es del matrimonio Sánchez, que en cuestiones de ahorro y pulcritud en el uso del dinero público es de una ejemplaridad cristalina. La culpa es de los ineptos de la SGAT, que no saben ordenar documentos ni facturas.

Ni recordar la sensible importancia de las promesas. ¿Se han iniciado las obras de las 80.000 viviendas sociales prometidas por Sánchez en la campaña electoral? Franco, que era malísimo, construyó más de cuatro millones de viviendas con una economía lastrada por la Guerra Civil y con un sistema impositivo ridículo. En fin, que los culpables no son los Sánchez, sino los asesores, que no dan con un palo al agua.

Al menos, eso es lo que creo.

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