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LiberalidadesJuan Carlos Girauta

La normalización de lo aberrante

No recuerdo otro caso reciente en el mundo civilizado, el de las democracias liberales, en que de manera sistemática se aprueben leyes dirigidas a garantizar la impunidad a un concreto grupo de personas

Actualizada 01:30

Sánchez se ha topado con la realidad: ni siquiera él, puro poder sin autoridad, puede tocar el delito de terrorismo. Salvo ligeros maquillajes vanos. Buscando alternativas para dar impunidad a la parte fascista del golpismo catalán, se ha sacado de la manga una reforma de la Ley de Enjuiciamiento Criminal: limitará los plazos de instrucción. Podríamos estudiar los efectos de tal medida sobre otros casos, del mismo modo que la imposible reforma del delito de terrorismo dejaría en libertad a yihadistas. Pero el meollo del asunto es otro: el autócrata nos ha acostumbrado al abuso. Es significativa la escasez de críticas al problema mayor, la sociedad se ha tragado una rueda de molino. La reforma de la LECrim solo busca frustrar una concreta instrucción del juez García-Castellón. Es ilegítimo. Las leyes son generales por definición, no se promulgan para un caso particular sino para un número indeterminado de actos, y están orientadas al bien común. Al sanchismo lo adornan varias lacras: es guerracivilista, sectario, opaco, arbitrario, nepotista, expansivo en su poder ejecutivo, amenazante con los jueces... Todo ello es grave y mina la democracia liberal, pero si algo lo deslegitima plenamente y vuela los fundamentos democráticos son las leyes a medida.

¿A medida de qué? Del interés principal de Sánchez: permanecer en su poder sin autoridad, claro está. No recuerdo otro caso reciente en el mundo civilizado, el de las democracias liberales, en que de manera sistemática se aprueben leyes dirigidas a garantizar la impunidad a un concreto grupo de personas. La anomalía empezó con la necesidad de formar mayoría absoluta (para la investidura, luego las leyes orgánicas, luego los presupuestos) con dos formaciones catalanas lideradas por un par de delincuentes, más los gestores del brazo incorrupto de la ETA. Dicha necesidad condujo a la eliminación del delito de sedición y a una reforma de la malversación que está siendo reprochada en las instituciones europeas. Que el Estado haya quedado indefenso y la corrupción protegida con las reformas del Código Penal son consecuencias peligrosas, indecentes y criticables, pero la principal aberración sigue siendo la aprobación de leyes a la medida de un puñado de particulares.

A continuación vino la fallida ley de amnistía, que, amén de inconstitucional, pecaba de lo mismo. Normalizada ya la aberración, mientras perdemos el tiempo con no sé qué ‘Zorra’, tema musical que te convierte en fascista si no es de tu agrado (pues la música se divide entre ‘Zorra’ y el ‘Cara al sol’), el guerracivilista mayor, el gran traidor, el autócrata se dispone a entrarle a la LECrim. Más leyes particulares. Es decir, más no-leyes, más leyes ilegítimas. Es esa normalización de lo aberrante la que permite al Narciso plagiario largar sin disimulo lo que sigue: «Hay elementos que podemos incorporar de mejora que pueden subsanar dudas que tengan estas formaciones políticas». La mejora alude a la reforma de la LECrim; las formaciones en plural son solo una, Junts; las dudas se refieren a la impunidad prometida a Puigdemont.

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