Estamos peor que en 2003
El caso es que nuestro país es hoy más inseguro que hace veinte años, pero a cambio podemos desdoblar el lenguaje y saludar a todos y todas sin olvidarnos de nadie ni Nadia
Ayer hubo una noticia que, aunque no ocupó grandes espacios ni en las webs ni en las televisiones, da buena medida del país en el que nos estamos convirtiendo. El titular, con variaciones mínimas entre periódicos, decía lo siguiente: «La Generalitat asegura que el Gobierno podría indultar a quienes se queden fuera de la amnistía». Es decir, que Sánchez estaría dispuesto a sacar de la cárcel a todos aquellos delincuentes cuyos crímenes sean demasiado graves incluso para la ley de impunidad que está preparando. Con este planteamiento, podremos confirmar entonces que Sánchez ostenta ya los tres poderes del Estado. El ejecutivo porque es el presidente. El legislativo porque nunca nadie abusó tanto del Real decreto ley. Y desde ahora también el judicial, toda vez que también se reserva el derecho a decidir quién entra y quién sale de prisión.
El argumento definitivo para defender la amnistía –y que empieza a utilizarse tanto en el Congreso como en las tertulias– es que la amnistía «no te pide pan». Vamos, que la amnistía no te cuesta dinero, cosa que además es mentira porque lo que se está amnistiando precisamente es la malversación de fondos públicos, que es el desvío del dinero de todos a fines que no estaban previstos y que, para colmo, se demostraron ilegales: la sedición.
Estamos por tanto viviendo nuestro peor momento en lo que va de siglo. Hace ahora siete días, los narcos mataron a dos guardias civiles en Barbate mientras parte del pueblo les jaleaba desde el espigón. También hace siete días, la Policía detuvo a un hombre de origen magrebí que se entretenía pegando a mujeres en el metro de Barcelona. Solo nos salva que –de momento y que se sepa– Pedro Sánchez no necesita sus votos para mantenerse en el poder. El caso es que nuestro país es hoy más inseguro que hace veinte años, pero a cambio podemos desdoblar el lenguaje y saludar a todos y todas sin olvidarnos de nadie ni Nadia.
Y no hace falta entrar en cuestiones ideológicas para asegurar que estábamos mucho mejor en 2003 que ahora. Sin apasionamiento alguno, basta con mirar algunas estadísticas accesibles a cualquiera. En el año 2003 (cuando teníamos el IVA al 16 % y no había impuesto al plástico ni a las energéticas) la deuda pública terminó el año en el 47,7 % del PIB. Hoy está en el 110 %. Convendremos en que la riqueza personal se puede medir en torno a dos variables: la renta disponible y el esfuerzo necesario para comprarse una casa. Pues bien, el poder adquisitivo en supermercado se ha reducido en 15 puntos porcentuales desde 2003. En cuanto a la vivienda, y de acuerdo con el Banco de España, un hogar necesitaba seis años de salario bruto para comprarse una casa. Hoy son más de ocho (un 33 % más).
Nuestro país lleva veinte años perdido en estupideces, sin gobernarse con pragmatismo. Y ahora, un individuo con mucho más ego que talento quiere convertir los problemas legales de Puigdemont en el problema de todos, demostrando que, al ritmo que vamos, nos quedan otros veinte años de empanada general.