La histeria del coro
Trump está haciendo lo que prometió, poner patas arriba un sistema que considera definitivamente fallido y que ha degenerado de forma desfavorable para su patria hasta convertir a EEUU en un pagafantas perdedor
Convertida ya la histeria anti-Trump en deber cívico además de mandamiento moral en Europa, está claro que solo algunos héroes en Europa van a entender que el presidente norteamericano Donald Trump no está gamberreando como creen muchos de los alborotados miembros del coro político y mediático del bipartidismo español. Ni quiere hacer daño al mundo por pura maldad ni porque es un idiota ni porque se quiere hacer rico, como dicen los más tontos del lugar. Sino que Trump está haciendo lo que prometió, poner patas arriba un sistema que considera definitivamente fallido y que ha degenerado de forma desfavorable para su patria hasta convertir a EEUU en un pagafantas perdedor.
Semejante análisis de la situación mundial lo lleva muy mal él, lo llevan muy mal las gentes que esta vez él ha elegido con cuidado para ayudarle en esta colosal empresa y lo llevan muy mal los más de 77 millones de norteamericanos que lo votaron para hacer este viaje radical por aguas procelosas hacia otro orden comercial menos desfavorable y que consideren más justo. Lo hace porque lo cree necesario y porque considera poder hacerlo. Habrá quienes quieran impedírselo como China. O llegarán a un acuerdo. Otros quizás despierten tras décadas de vivir de las rentas. Y otros se hundirán y sufrirán las consecuencias de ser débiles pese a haber tenido la oportunidad y los medios para no serlo.
Solo debieran estar sorprendidos quienes pensaran que el presidente Donald Trump iba a ser en este segundo mandado aquel empresario iluso que fichaba a todo traidor que le dorara la píldora y todo consejero que por intereses ajenos le vendiera planes sosegados. Eso después de un primer mandato que pasó rodeado de desleales y saboteadores, cuajado de traiciones y trampas saduceas del estado profundo (deep state). Y después de cuatro años de calvario en los que han intentado hundirlo, encarcelarlo y asesinarlo varias veces.
Donald Trump y su equipo van a hacer muchas cosas que nos disgustan y nos perjudican en el mejor de los casos solo en los primeros tiempos más turbulentos de los cambios y las negociaciones. Porque sus planes son muy ambiciosos, pasan por fases que serán dolorosas y si van a sufrir todos, incluidos los norteamericanos, por supuesto y como siempre sufrirán más los más débiles.
Y si los europeos estamos entre los débiles no es por culpa de Donald Trump que defiende sus intereses y los de sus compatriotas, sino por nuestros gobernantes que llevan muchos lustros obsesionados por imponer a Europa una senda del fracaso, la irracionalidad y la mentira como discurso permanente.
Llevan los líderes europeos de ese gran partido único de la socialdemocracia que dirige la Unión Europea casi diez años insultando a Trump y ayudando a todos sus enemigos. Ahora, en vez de buscar soluciones desmantelando sus propias barreras y con profundas enmiendas a su actitud hacía EEUU, se lanzan a una escalada de rabia y furia declarativa que no lleva a ninguna parte. Cuando debieran estar ya cambiando radicalmente su política, desforestando la siniestra jungla regulatoria propia que es el peor enemigo de la agricultura, la industria, el transporte, el propio comercio, la energía, la investigación y prácticamente todos los campos de la actividad humana.
Por el contrario, la reacción desde Bruselas de la «alianza de la mayoría menguante» es una guerra contra las fuerzas europeas que se alejan de la senda falsamente llamada «europeísta» de la imposición centralista bruselense, socialista, de ingeniería social y desprecio a los intereses de las naciones y a la identidad de los europeos, el partido único de populares, socialistas, verdes y comunistas ha comenzado a tratarlas como quintacolumnistas de Donald Trump. Esas fuerzas aumentan día a día, elección tras elección y la única respuesta de Bruselas es su bunkerización y la agresión a dichas fuerzas con medidas de censura, represión y limitación antidemocrática de libertades y derechos. Si esta política la vienen practicando desde hace años, la victoria de Trump ha intensificado la agresividad porque ha disparado el pánico en las filas de la hegemonía socialdemócrata cada vez más débil aunque su pilar más solido del Partido Popular europeo siga beneficiándose del malentendido de muchos electores.
Es Donald Trump, un empresario desideologizado hace diez años, el que ha asumido, con su conquista ya incuestionable del Partido Republicano en EEUU, el liderazgo en la defensa de muchos de los valores que las fuerzas nacionales y conservadoras defienden desde hace lustros, aunque fuera desde posiciones de gran debilidad, cuando no marginación. Hoy ya sus posiciones han avanzado hasta poder reclamar en muchos países el poder y lo irán asumiendo por muchas trampas, inhabilitaciones y propaganda en su contra que se encuentren.
Vamos a pasar un tiempo muy turbulento en el que las fuerzas del partido único en Europa seguirán degradándose pero recurrirían a formas de gobierno autoritario, de coacción y represión que en la Unión Europea habríamos considerado impensables. En España, un gobierno del abuso permanente y la corrupción generalizada ha comenzado su ofensiva para intentar aplastar la resistencia a sus políticas criminales que le mantienen en el poder en complicidad con los enemigos del Estado.
Alemania no tiene gobierno y ya se verá si al final tiene el que se prepara de coalición entre CDU y SPD. La debilidad de Friedrich Merz ha llevado ya a especulaciones de que podría ser víctima al final de una operación que lo deje fuera del poder. Pero si algo están preparando es la agenda de represión y propaganda contra las fuerzas nacionales de derechas como la AfD que está a punto de convertirse en el partido más votado. Las fuerzas estigmatizados de «ultraderechistas« o »trumpistas", después de haber sido «pugilistas», «fascistas» y demás epítetos habituales de la tribuna virtuosa de opinión sincronizada, tendrán que aguantar con paciencia que Trump y su política se conviertan en un arma de propaganda de Bruselas contra las fuerzas nacionales, como ya lo ha sido la invasión de Ucrania por el régimen crimina de Vladimir Putin.
La Comisión Europea acaba de reconocer que utiliza el dinero público para financiar a ONG y medios para actuar contra las fuerzas democráticas conservadoras que se resisten al Pacto Verde, al socialismo y a la política suicida de la Agenda2030 de la que la UE es cabeza de lanza en todo el mundo. Y lo es para desgracia de los europeos, cada día más pobres y cada día menos libres. Pero bueno, mientras tanto, todos los medios y los partidos de siempre viven en el delicioso consenso de que la culpa de todo es de Donald Trump.