Pierde el nacionalismo
La derrota del nacionalismo en España viene siendo imposible porque el PP no se aclara. Que en Galicia, siendo el partido mayoritario, por el juego de la dialéctica amigo-enemigo o gobierno-oposición, empiece a oponerse sería una muy buena noticia a medio plazo.
En otras jornadas electorales, si me tocaba publicar el lunes, pedía en la redacción del periódico que me esperasen hasta que saliesen los resultados, para mandarles el artículo sabiendo los resultados. Eso complica en la redacción del periódico, donde ya tienen bastante con afinar sus propios análisis como para preocuparse con la columna que no llega. Y también crea tensión en el columnista, abocado a una escritura contrarreloj.
Hoy he decidido mandar mi columna a la hora consuetudinaria, cuando todavía no se han cerrado los colegios electorales. A fin de cuentas, hay muchas posibilidades de que pierda el nacionalismo. Las voy a exponer todas y el amable lector sólo tendrá quedarse con la que haya salido finalmente, pero sabiendo que las otras posibilidades no habrían cambiado gran cosa.
Empecemos con la posibilidad más débil de derrota nacionalista: el PP vuelve a sacar mayoría absoluta. No habrá perdido el nacionalismo demasiado, porque el PP gallego lo practica a piñón; pero al menos sí nominalmente, y menos da una piedra.
Segunda posibilidad, que el PP necesite de uno, dos o tres diputados de Vox. Entonces, tendrá que virar a la fuerza en materia de libertad lingüística, de adoctrinamiento regionalista y de memoria histórica. Derrota sin paliativos del nacionalismo.
Tercera, que el BNG gane. ¿Cómo es posible que en ese escenario pierda el nacionalismo? Pues porque perderá uno de sus puntales más imprescindibles. El PP, para hacer oposición, tendrá que acordarse de que es un partido nacional y oponerse a las mismas políticas que ya aplicaba él, pero que ahora serán las del BNG. La derrota del nacionalismo en España viene siendo imposible porque el PP no se aclara. Que en Galicia, siendo el partido mayoritario, por el juego de la dialéctica amigo-enemigo o gobierno-oposición, empiece a oponerse sería una muy buena noticia a medio plazo.
Cuarta derivada, si ocurre la victoria del BNG, necesitará el seguidismo servil del PSOE. Por supuesto, lo tendrá, porque Pedro Sánchez necesita los votos nacionalistas para su Falcon y su rollo. Pero eso implicará que las vendas de los ojos de los votantes del PSOE en las amplias zonas no nacionalistas de España seguirán cayendo. Un PSOE que va perdiendo apoyos en Castilla-La Mancha, en Extremadura, en Andalucía es un partido con plomo en las alas. La erosión es muy lenta, desde luego, pero implacable. Y un PSOE plegado al BNG y de conseguidor suyo en Madrid contribuirá a acelerar la erosión.
No hay quinta mala. El batacazo seguro del PSOE le dará un aire de lenta derrota. Siendo el PSOE el gran excipiente, los nacionalistas perderían su compañero de viaje. Lo más peligroso para un PSOE que hace políticas nacionalistas es que no tiene votos en las regiones favorecidas por sus políticas, sino en las perjudicadas. Ya digo que es cuestión de tiempo que sus votantes estafados descubran el engaño.
La sexta derivada es Gonzalo Pérez Jácome, el alcalde de Orense. Es posible que su voto sea decisivo para uno (PP) o para otro (BNG), pero en ambos casos implica la implosión del nacionalismo por abajo, esto es, por el cantonalismo o el caciquismo. Ese desfondamiento es la amenaza vírica del nacionalismo: que los votantes de entidades menores (provincias o ciudades) descubran el mecanismo del chantaje con pocos diputados y se apunten.
Yo escribo mi artículo a ciegas y usted, afortunado lector, lo lee con todos los datos ya sobre la mesa. Pero con cualquier resultado el nacionalismo, celebre o no una victoria, lo sepa o no, habrá salido más débil.