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HorizonteRamón Pérez-Maura

Ni una explicación

La parte central del discurso de la presidente Armengol estuvo dirigido a explicarnos a todos que la culpa de su crisis política la tiene el Partido Popular

Actualizada 01:30

La comparecencia ayer de la presidente de las Cortes ante los medios de comunicación en un salón de la cámara fue todo lo decepcionante que cabía esperar. Todos conocíamos las muchas y muy graves acusaciones que recaían sobre ella en relación con las mascarillas que en los albores de la pandemia se pagaron en Baleares casi al contado en lugar de a 43 días como era la pauta habitual. A las 48 horas de recibirlas se descubrió que eran inválidas para el propósito que se les quería dar. No obstante, fueron avaladas en su calidad y efectividad de cara a la contratación de otras unidades por terceros para que los proveedores pudieran seguir haciendo negocio y no se reclamó la devolución parcial del gasto realizado hasta cuando el gobierno de Armengol estaba ya empaquetando sus enseres para irse a su casa. Éste puede ser, más o menos, el resumen de los hechos de los que Armengol tenía que dar cuenta.

Como es evidente, el Partido Popular nada pudo tener que ver en ninguna parte de aquella gestión porque no participaba en el Gobierno de ninguna manera. Pero eso no ha sido óbice para que la parte central del discurso de la presidente Armengol haya estado dirigida a explicarnos a todos que la culpa de su crisis política la tiene el PP. Menos mal que a estas alturas yo creo que ya son pocos los que pueden creerse mínimamente esta forma que tiene el PSOE de defender su corrupción. Armengol no contestó a la pregunta, reiterada, de qué papel habían jugado en la trama Koldo y Ábalos. Llevaba una respuesta escrita que reiteró de forma que no decía nada. Éste debe de ser un truco balear porque yo recuerdo cómo lo empleaba mi admirado amigo Abel Matutes siendo ministro de Asuntos Exteriores. Cuando le hacían una pregunta que no quería contestar despachaba una larga respuesta llena de frases inconexas y lugares comunes, con alguna palabra suelta que podía tener que ver vagamente con el asunto por el que le habían interrogado antes de finiquitar su perorata y dar la palabra a otro. Pues la forma que tuvo Francina Armengol de tratar el caso Koldo (y Ábalos) fue calcada a la que empleaba Matutes. Con la inmensa diferencia de que a don Abel nadie le acusaba de ningún delito. A él le preguntaban por nuestras relaciones con Rusia, con Irak o con el Paraguay. Y a la presidente del Congreso se le cuestionaba sobre quién había metido la mano en la caja. Algo verdaderamente palpable.

Obsérvese que entre los pocos periodistas a los que se les dio la palabra y que estaban escuchando el argumentario con el que se pretendía culpar de todo al Partido Popular, ninguno tuvo la iniciativa de preguntar a la presidente si la investigación que le había abierto ya la Fiscalía Europea también era porque esa Fiscalía está a las órdenes de la calle Génova. En fin, antes de terminar la mañana, también la Comisión Europea había anunciado que ponía en marcha su investigación en Baleares y en Canarias. La fuerza de la fachosfera es inquietante, presidente.

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