Susiño
Los bondadosos nazis que parece no detestar Suso de Toro, asesinaron a millones de judíos en sus terribles campos de concentración. Lo mismo hizo Stalin en su Archipiélago Gulag, y le recomiendo que lea a Solzhenitsyn
Escribo con absoluto desconocimiento de la producción literaria de Suso de Toro. No he tenido tiempo en mi larga vida para leer los libros y artículos de Suso de Toro, miembro del BNG, colaborador del diario El País, biógrafo de Ana Pontón, y autor preferido de Rodríguez Zapatero. Cuatro datos que –espero ser perdonado– despiertan mi repelencia. En mi biblioteca no caben sus dos obras maestras. Unha rosa é unha rosa y Descubrindo Ana Pontón. Deduzco que el gerundio «descubrindo» se traduce por «descubriendo», lo cual me tranquiliza. Y valoro en su medida, eso sí, la belleza del título de su novela floral Unha rosa é unha rosa, por aquello de la originalidad y el impacto. No debe malinterpretarse mi rechazo a leer Unha rosa é unha rosa. Lo mismo haría de tener en mis manos una novela titulada Una jirafa es una jirafa, o Una rueda pinchada es una rueda pinchada. Desde niño he sabido que una rosa es una rosa y no una hortensia, y de mayor se me han aletargado los deseos de conocer a Ana Pontón. Por otra parte, no leo ni compro El País, y tampoco considero que Rodríguez Zapatero se haya ganado mi confianza como guía literario.
Ni literario ni cinematográfico. Recuerdo que declaró, cuando fue, para desgracia de los españoles, presidente del Gobierno, que «había visto con sus hijas en más de un centenar de ocasiones la película Bambi». Lógicamente, las niñas le salieron góticas.
Pero una cosa es leer a Suso de Toro y otra muy diferente advertir lo que dice este enamorado de las rosas en las redes sociales. «Al final, los sionistas, con su crueldad sin límites, nos convencen de que, después de todo, los nazis no eran tan malos. Tantas películas de Auschwitz y resulta que Gaza es peor». Posteriormente ha intentado corregir su miserable comentario, pero no vale la maniobra. Susiño no cae en la cuenta de que Israel fue atacado por el ejército terrorista de Hamás con resultados brutales. Y que Israel, que es el guardián de la cultura judeocristiana de occidente, la que le permite escribir con plena libertad a Suso de Toro, ha respondido al ataque con contundencia. Israel, desde que se estableció como Estado en 1948 vive rodeado de enemigos que sueñan con su exterminación. Confundir a Hamás con Palestina es de una simpleza abrumadora. En Israel, trabajan y viven decenas de miles de palestinos y muchos de ellos, con la ciudadanía israelí. Hamás no representa a Palestina sino al terror financiado por Irán, el petróleo del Golfo Pérsico, y la ayuda de Putin. Palestina, como tal, renunció en 1948 a establecerse como nación en un territorio similar al de Israel. Otra cosa es que Israel, en determinadas acciones, se haya extralimitado a ojos del falso buenismo en su respuesta armada al ataque de Hamás.
Los bondadosos nazis que parece no detestar Suso de Toro, asesinaron a millones de judíos en sus terribles campos de concentración. Lo mismo hizo Stalin en su Archipiélago Gulag, y le recomiendo que lea a Solzhenitsyn. No fueron abatidas, ni las víctimas de unos y de otros, en los frentes de guerra, sino en los inmundos, crueles e inhumanos campos de concentración. Israel defenderá su Estado y su libertad hasta las últimas consecuencias. Ya lo demostró en la Guerra de los Seis Días. Israel y Palestina están condenados a entenderse y convivir pacíficamente, y algún día, esa convivencia vencerá al odio. Pero, mientras Hamás mantiene a hombres, mujeres y niños de rehenes, Israel trata a sus prisioneros de Hamás como prisioneros de guerra. Sucede que las izquierdas españolas son profundamente antisemitas, y se unen a la ultraderecha europea en la negación del Holocausto. De ahí, que el mensaje de Suso de Toro, lo único que he leído de Suso de Toro en mi vida, supere el límite de lo más despreciable.
Firmado el texto, pasearé por mi pequeño jardín –hoy el norte ha amanecido luminoso–, y comprobaré si mi roble sigue siendo un roble, y es muy probable que se empecine en ello. Como la rosa de Suso de Toro.