Fundado en 1910
Enrique García-Máiquez

Resistencia manual

No es necesario incidir en la gravedad de la voladura de la igualdad entre españoles y del Estado de derecho, pero sí quizá dar algunas indicaciones para ejercer una resistencia cívica contra esta evidente deriva pública e institucional

Actualizada 01:30

Las amnistías son signos de un cambio de régimen y la de Sánchez no es una excepción, sino, si acaso, una exageración. Da la puntilla a un régimen democrático que venía dando boqueadas desde hace bastante tiempo, aunque nos hacíamos los locos. Ahora, insignes juristas y politólogos rigurosos de casi todo signo ideológico lo están explicando perfectamente. Incluso Sánchez lo explicaba bastante bien antes de necesitar los siete votos de Junts. No es necesario incidir en la gravedad de la voladura de la igualdad entre españoles y del Estado de derecho, pero sí quizá dar algunas indicaciones para ejercer una resistencia cívica contra esta evidente deriva pública e institucional.

Lo primero es aconsejar vivamente la indignación, pero desaconsejar de modo tajante la ignición. Esto es, no sirve de nada enfadarse muchísimo con grandes gesticulaciones ahora…, y pasado mañana volver a admirar bobaliconamente la socialdemocracia y ofrecerle a Sánchez pactos de Estado. Esa ciclotimia es ridícula, confusa y contraproducente. Esto va para largo y hay que mantener la indignación sin quemarse en el aspaviento de una deflagración volátil.

El segundo consejo lo da a menudo Gregorio Luri, remitiéndose al Decamerón de Boccaccio. En tiempos de peste, y éste es lo bastante negro como para permitirnos la metáfora, no hay que menospreciar el valor creativo de las pequeñas comunidades. Resguardarse con amigos a contar historias es una forma de resistencia de mucha solera histórica. Cuidar las relaciones personales no es, en absoluto, escapismo; pero es que, además, los relatos, ahora que se quiere manosear la memoria, son un arma cargada de futuro.

Hablando de Luri, citaré a Cernuda. Un verso suyo reza: «Bien pocos hombres que admirar te quedan». Parece triste, pero ojo. El poeta sevillano, en tiempos para él de enorme desencanto civil, celebró el encuentro con una persona íntegra que le representó la dignidad de toda su nación. Thomas Mann, más pretencioso, pero justo, cuando Alemania pasaba por sus horas más oscuras o pardas, proclamó: «Allí donde yo estoy está la cultura alemana». Sepamos admirar (tampoco son tan pocos) a los españoles honrados, rigurosos, talentosos y honestos que resguardan lo mejor de nuestro país. No caigamos en un desánimo nacional, pensando que, entre unos y otros de los peores, han echado a perder nuestro país. Un buen puñado de mujeres y de hombres que admirar nos quedan, desde luego. Concentrémonos en ellos, gocémonos en sus nombres, tratemos –incluso– de imitar su ejemplo. Vayamos al cine a ver Hispanoamérica de José Luis López Linares.

El cuarto consejo: que no nos ensordezca el ruido, o sea, esta cosa ridícula de tapar un escándalo con otro escándalo. La escandalera por fuera es una trampa muy burda. Quieren aburrirnos de la política o, todavía peor, meternos en el juego del «y tú más». Ni dejemos de exigir integridad (recordemos: indignación, sí; ignición, no) ni nos despreocupemos de todo por saturación y hartazgo del manejo de la cosa pública que hacen nuestros mandamases. La opinión pública les preocupa bastante, y por eso intentan distraernos. Incluso si tenemos que explicar otra vez a los amigos (a los del consejo segundo, a los del Decamerón) por qué la amnistía es una quiebra humillante del principio de igualdad ante la ley, seamos nuevamente pedagógicos.

Y el quinto consejo. Hagamos sin pereza nuestro trabajo de la opinión pública y de la exigencia de honestidad, pero no dejemos que la política entre en lo que está fuera de la política. Hoy por hoy, la política es una herida abierta de la sociedad española, por la que se desangra a chorros buena parte de su energía. Amputar es imposible: pero hagamos un torniquete. Mantengamos zonas libres de su contagio: la familia, el trabajo, la creación, la amistad.

comentarios

Más de Enrique García-Máiquez

  • El gran jubileo, como mínimo

  • El sin poder de los con poder

  • Flores para Calvo

  • Pierde el nacionalismo

  • Doble nacionalidad

  • tracking