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Agua de timónCarmen Martínez Castro

De exhumaciones e inhumaciones

Hasta las familias que luchan por las exhumaciones han criticado el electoralismo de la visita presidencial al Valle de los Caídos. Pero si Sánchez lo ha hecho es porque considera que ese paseo es su única baza electoral ante el difícil trimestre

Actualizada 09:02

El jueves pasado la productora audiovisual de Moncloa distribuyó urbi et orbi las imágenes de la visita de Pedro Sánchez al Valle de los Caídos. Todos los medios las recogieron y la mayoría de los periódicos las llevaron a su portada el día siguiente. Curiosamente El País, el Pravda del sanchismo, negó esos honores de portada a la imagen del día, que no apareció hasta la página 21 del periódico.

Acaso la dirección del medio andaba ocupada preparando la destitución de su presidente de honor, Juan Luis Cebrián, pero aun así sorprende semejante desprecio a la operación de propaganda fabricada con tanto celo en los despachos de Moncloa.

No es descartable que los responsables del periódico tuvieran un arrebato de sensibilidad y sintieran la misma repulsa que muchos ciudadanos ante la insólita utilización de restos humanos como atrezzo de un vídeo electoral pero, puestos a hacer hipótesis, apostaría que la causa de la omisión no ha sido el respeto a los muertos sino el intento de favorecer a un vivo: Prisa, tan disciplinada a la hora de seguir las instrucciones de Moncloa, en esta ocasión quiso proteger a Sánchez de sí mismo y de su descarnada falta de empatía.

Del mismo modo que el periódico no publica noticias sobre las actividades empresariales de Begoña Gómez a la sombra del poder de su marido, tampoco ha querido dejar constancia de un comportamiento que convierte a Sánchez en un personaje completamente ajeno a los cánones más elementales de una política civilizada. Solo Hamás utiliza a los muertos –reales o ficticios– como mercancía propagandística. Desde esta semana, Sánchez, con esa visita, ha marcado otro nuevo hito en la degradación de la política española.

Puede que en esta ocasión se le haya ido la mano; hasta las familias que luchan por las exhumaciones han criticado el electoralismo de la visita presidencial. Pero si Sánchez lo ha hecho es porque considera que ese paseo entre huesos es su única baza electoral ante el difícil trimestre que tiene por delante.

Sorprende que un gobernante que lleva casi seis años en el poder, gastando dinero sin ningún tipo de control y disfrutando de unos generosísimos fondos europeos, no consiga encontrar en su gestión un solo elemento que le legitime ante el electorado. No hay un ranking internacional donde España haya mejorado posiciones con el Gobierno de Sánchez. Hemos caído en productividad, en renta per cápita, en competitividad empresarial e incluso en bienestar de las mujeres. Eso sí, nos hemos disparado en presión fiscal y en deuda pública.

Tampoco un PSOE entregado a todos los independentismos de España puede enarbolar la bandera de la igualdad entre los ciudadanos o de la solidaridad entre los territorios. A esta izquierda identitaria y tribal solo le queda intentar sacar tajada de la manipulación de nuestro pasado más dramático. Pero tanta exhumación supone una inhumación. Ignoro si su paseo por los osarios del Valle de los Caídos rendirá algún rédito electoral a Pedro Sánchez, pero su visita ha venido a oficiar el sepelio de los restos de un PSOE distinto: un partido ilustrado, abierto y capaz de concitar el apoyo de grandes mayorías hablándole a los vivos y no a los muertos.

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