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Desde la almenaAna Samboal

Urge ministra de Inversiones

Pedro Sánchez ha decidido poner tierra de por medio para intentar trasladar a los ciudadanos una imagen de estadista, por encima del bien y del mal, que le permita salvar los muebles en la cita con las urnas europeas

Actualizada 01:30

Desde que la Seguridad Social ha alcanzado los veintiún millones de afiliados, Pedro Sánchez y Yolanda Díaz sonríen con complacida suficiencia en derredor. Como si los hubieran creado ellos. Ese número es su respuesta a todo aquel que –como ayer hicieron los portavoces del Partido Popular en el Congreso, respondiendo al reto del ministro de Economía– pregunta por nuestro devenir económico. No se puede negar que, aunque aún haya trecho que recorrer, la creación de empleo siempre es una buena noticia. Más si cabe en este país, que, asfixiado por leyes, impuestos y complejos, parece condenado a no alcanzar jamás la tasa de paro friccional. Ni en las épocas de intenso crecimiento y tipos de interés negativos lo hemos logrado.

En todo caso, las alharacas y parabienes que se autorregalan Díaz y Sánchez no pueden nublar la realidad. En esa bolsa de cotizantes, están escondiendo a los fijos discontinuos que están en paro o a los desempleados que siguen cursos de formación. Y no son uno o dos. Son casi tantos como el millón de trabajadores que declara a los encuestadores del INE que elaboran la Encuesta de Población Activa que busca una oportunidad laboral. Por no sumar también a los muchos empleados que no tiene uno, sino dos o tres puestos de trabajo. De otro modo, no llegan a fin de mes. En pluriempleo ya se cuentan más de 700.000. Ayudan a cuadrar las cuentas de la Seguridad Social, pero no son precisamente un signo de mejora de la calidad de vida. Andamos hacia atrás, volvemos a la casilla de la precariedad de nuestros abuelos. Precisamente por eso, sobra la soberbia y la bronca permanente de Yolanda Díaz con los empresarios. Lo único que logra la vicepresidenta, cada vez peor malencarada y más malhumorada, ante la difuminación de su proyecto político, es ahuyentar la poca inversión que queda.

No está entrando dinero en la economía productiva. Si la elevadísima deuda pública nos preocupa, por la dependencia que genera y el lastre que supone para el crecimiento, la caída de la inversión que, desde hace meses, vienen reflejando la Contabilidad Nacional, debería alarmarnos tanto o más. Quien no invierte en un proyecto es porque no cree en él y, si no hay inversión, ni proyectos, no hay crecimiento futuro. O el dinero está en el bolsillo o ha salido corriendo buscando nuevas latitudes más seguras. Y por mucho que el ministro Cuerpo, que parece un hombre sensato, lance mensajes invitando a la confianza, cada vez que Montero o Díaz abren la boca, los dueños de los dineros se aseguran de que el candado siga bien cerrado.

Sin expectativas, sin presupuesto, sin capacidad real de gestión y acorralado por las informaciones que salpican a su esposa, Pedro Sánchez ha decidido poner tierra de por medio para intentar trasladar a los ciudadanos una imagen de estadista, por encima del bien y del mal, que le permita salvar los muebles en la cita con las urnas europeas de junio. Hasta que se le ocurra la próxima idea, a ver si cuela. Es una elucubración, pero, al paso que vamos, no descarto que nombre a Begoña Gómez ministra de captación de inversiones para España. En su curriculum indica que esa es su especialidad. Y no se le ha dado tan mal.

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