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Desde la almenaAna Samboal

Manos atadas

El resultado de las elecciones en País Vasco y Cataluña y no el Plan Normativo será el que marque el horizonte a Pedro Sánchez

Actualizada 01:30

De las 117 iniciativas que el gobierno se propuso ejecutar en 2023, mediante el correspondiente acuerdo de Consejo de Ministros, no llevó a término ni la mitad. En cambio, sí aprobó otras 219 que no estaban contempladas además de 8 reales decretos Ley. El Plan Normativo del año pasado fue papel mojado.

Este año, el equipo de Sánchez se ha marcado objetivos más ambiciosos. Pretende sacar adelante 198 iniciativas. Dos de cada tres serán compromisos con la Unión Europea y directivas comunitarias y prácticamente todos, 149, se transpondrán a la legislación española mediante la figura del decreto ley, es decir, sin requerir el visto bueno del Parlamento. Este Plan Normativo, que ha anunciado a bombo y platillo la ministra Alegría, pretende ser, según el propio Gobierno, una «ambiciosa agenda de reformas», un «ejercicio de planificación, transparencia y rendición de cuentas». Y, sin embargo, no es más que el anuncio de un ejercicio de autoritarismo sin precedente ante la evidencia, plasmada negro sobre blanco, en papel oficial, de la extrema debilidad de un Gobierno que admite que no puede gobernar y tendrá que limitarse a hacer efectiva en España la normativa europea.

Alberto Núñez Feijóo le advirtió a Pedro Sánchez, en el debate de investidura, que, dada la precariedad de los apoyos con los que cuenta el PSOE, esta legislatura podría convertirse en un calvario para la Moncloa. Posiblemente, ni uno ni otro alcanzaban a atisbar hasta qué punto sería así. En los cuatro meses que han transcurrido desde que se formó Gobierno, Moncloa sólo ha logrado sacar adelante algunos de los decretos que comprometen el cumplimiento de los hitos que exige Bruselas para seguir liberando fondos. Ni siquiera todos, porque la ineficacia de Yolanda Díaz, que se deshace políticamente como un azucarillo, consiguió convalidar su subsidio de paro. La ley de amnistía, tramitada con urgencia, la clave de bóveda sobre la que se sustenta su supervivencia, no ha pasado aún el trámite legislativo. Y los presupuestos generales del Estado no llegarán.

El resultado de las elecciones en País Vasco y Cataluña y no el Plan Normativo será el que marque el horizonte a Pedro Sánchez. Ha ligado su futuro político a los independentistas y ellos serán los que dibujen el calendario legislativo y decidan los tiempos. El poder de una minoría aplasta a la gran mayoría del país con el único fin de que el inquilino de la Moncloa y sus jaleadores profesionales duerman tranquilos porque les han dicho que no hay ni rastro de la ultraderecha en la política nacional, aunque sea el xenófobo Puigdemont el que dé las órdenes desde Waterloo y llame cada dos por tres a capítulo a Santos Cerdán a Perpignan, Elba, Bruselas o dónde le venga en gana.

Ante el ingente trabajo legislativo que le espera, tal y como nos cuenta Alegría desde el púlpito propagandístico de la sala de prensa del Gobierno de España, y ante los disgustos y sobresaltos que le esperan cada vez que aparezca una nueva foto de Koldo, Ábalos, Hidalgo o Begoña Gómez, hará bien en irse a descansar a Lanzarote. Puede nadar con tranquilidad junto a las rocas, solazándose con las cifras que, a pesar de todo, arroja la economía española. Crecemos más que el resto de europeos –se dirá él–, aunque íbamos con retraso porque hemos sido los últimos en recuperar el nivel prepandemia. Tenemos más ocupados que nunca –se solazará bajo el sol canario–, aunque nuestro poder de compra sea inferior al de 2019 y hayamos perdido dos puntos frente al resto Europa.

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