Fundado en 1910
VertebralMariona Gumpert

Democrático, democrático, democrático

Años después, los partidos nacionalistas e independentistas recogen los frutos de este intenso bombardeo acometido desde diferentes flancos

Actualizada 01:30

¿A cuántos despropósitos nos tienen acostumbrados ya Sánchez y los miembros del Gobierno? ¿Cuántos de estos atropellos sería usted, querido lector, capaz de enumerar de corrido y sin echar mano de Internet? Dicen que el tiempo todo lo cura, pero en realidad el mérito es de la desmemoria, que nos protege de revivir una y otra vez aquello que nos lastima.

Por motivos personales, no puedo olvidar lo ocurrido hace un par de meses en Barbate. Uno de los guardias civiles asesinados (David Pérez Carracedo) era amigo de mi familia. Convivo con su viuda y sus hijos varias veces a la semana, como para olvidar esta barbaridad (una más) que pesa sobre el deleznable Marlaska. Hace un par de días, El Debate informaba sobre la posibilidad de que la detención tras la brutalidad de los ataques hubiera sido un movimiento en caliente –y equivocado– para apaciguar a la opinión pública. Puede ser, ¿por qué no? Si pudiéramos preguntarle a David podría confirmárnoslo, ya no le ataría el secreto profesional. De ser inocentes los detenidos, seguramente también nos comentaría David que El cabra no es precisamente un ser de luz, por lo que a muchos podría no importarles su ingreso en prisión, como un aviso a navegantes (nunca mejor dicho); quizá no fuera él quien matara a sangre fría y con recochineo a dos guardias civiles, pero merecería la detención por motivos pretéritos o futuribles. La versión judicial de aquel proverbio musulmán: «Cuando llegues a casa, pega a tu mujer. Si desconoces el motivo, no te preocupes: ella seguro que sí lo sabe». Pero la justicia –de momento– no funciona así en España. Ya saben aquello del sistema garantista en el que uno de los lemas implícitos es aquel de preferir a diez culpables campando a sus anchas por las calles si así se evita que un inocente entre en prisión.

En teoría, este sistema tiene su pilar fundamental en la constitución y todo el sistema judicial que se deduce de ella. Por desgracia, estos conceptos no son muy populares en esta época que nos ha tocado vivir. La palabra de moda es «democracia». Su opuesto es el fascismo. Lo bueno es democrático, lo malo es fascista. No me extrañaría que en breve se apliquen los términos a todo lo que nos agrada o nos repele: el clima de Pamplona es fascista, unas vacaciones en Formentera son democráticas. Lo que decide el pueblo es democrático y, por tanto, bueno en esencia. Discúlpenme la sempiterna recurrencia a Hitler, pero muchos parecen olvidar (diría que ignorar) el acceso democrático del partido nacionalsocialista de Herr Adolf al poder).

Éste es un problema que afecta a toda España en particular, y a los sistemas políticos occidentales en general, sobre todo en los partidos de corte izquierdista y/o nacionalista. En el País Vasco se ha logrado que acabe teniendo toda una apariencia exquisitamente democrática: los votos que obtenga Bildu este domingo habrán seguido los cauces habituales de los comicios legales. El tema del éxodo de la población vasca a otras partes de España es una cosilla sin importancia, como lo es la terrible presión social que han sufrido las vascongadas desde hace décadas (y lo que te rondaré, morena), sumado a la machacona propaganda política en lugares tan sagrados como la educación. Años después, los partidos nacionalistas e independentistas recogen los frutos de este intenso bombardeo acometido desde diferentes flancos.

Para los votantes de Bildu, la detención de El cabra –inocente o no de los crímenes de Barbate– seguro que resulta más que adecuada, si se hace en vistas a un bien mayor (acabar con el narco, acabar con los maketos no asimilados). Lo malo de jugar con esta idea de que el fin justifica los medios radica en que uno corre el riesgo de dejar de ser, en determinado momento, quien dictamina qué fines y qué medios son los adecuados; ni el mismo Imanol Pradales (candidato del PNV) habría imaginado en sus peores pesadillas el ser atacado en su propio reino de taifas. Muchos considerarán un «lobo solitario» al energúmeno que le roció los ojos con gas pimienta. Pero ¿qué quieren que les diga? Tanto los agita nogales como los recoge nueces se han arrogado la capacidad de decidir y hacer casi cualquier cosa porque consideran sus fines elevados y loables. Lo peor es que han transmitido esta misma idea al resto de la población, el deleznable «algo haría» después de cada asesinato de ETA. ETA ya no mata, pero no porque se haya vuelto pacífica; es sólo porque ha obtenido –y seguirá haciéndolo– los fines para los que se fue creada. Y, créanme, en las vascongadas seguirá habiendo violencia, aunque no sea física. Eso sí, seguirán poniéndole –hinchados de orgullo y bondad– el apellido «democrático» a todo lo que les siga rotando hacer en cada momento. Doctrina L’ Oreal, porque yo lo valgo.

comentarios
tracking