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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Las cenizas del esplendor

El Godó se ha convertido en un torneo de entrenamiento con vistas a la temporada sobre tierra batida

Actualizada 09:22

Así se titulaba un valiente ensayo del escritor y marino Antonio Menchaca, centrado exclusivamente en las familias tradicionales de Las Arenas y Neguri. Los grandes vizcaínos –muchos procedentes de Alemania–, que crearon el poder industrial de Guecho, los hijos que lo mantuvieron más mal que bien y los nietos que terminaron con el poderío conquistado por sus abuelos. Pero hoy no voy a referirme a los vascos –se me antoja un esfuerzo anímico innecesario–, sino a otras cenizas y pasados esplendores.

Después de la humillante visita al expresidente de la Generalidad fugado y perseguido por la Justicia, entre otros motivos, por un delito de terrorismo, del presidente de «Foment del Treball» de Cataluña y vicepresidente de la CEOE, de viscosa ambigüedad política, lo tengo más claro. Saludé a Sánchez Llibre en muchas ocasiones en los actos que organizaba La Razón. Se adelantaba con absurdas justificaciones. «¡Qué conste que soy 'perico', que mi equipo es el Español de Barcelona!».

Como si fuera importante y digno de ser tenido en cuenta ese dato para ser fiable. Pero su visita genuflexa, visitando con su equipo de colaboradores, al forajido del maletero, es una prueba más del esplendor calcinado de la sociedad catalana, y especialmente, de su alta y media burguesía, la española desde el Ebro al sur y la colaboradora del nacionalismo desde el Ebro al norte. La doble lengua, la doble militancia y el doble agasajo.

Dormitaba durante la siesta. Me encantan las películas antiguas que ofrece la Trece, pero sus cortes de publicidad se me antojan insoportables. Exceptuando un par de canales de cine de Movistar, el resto es insoportable y de bajísimo interés cinematográfico. El refugio de la Trece es muy bueno, pero termina el espectador harto de una publicidad excesiva y lamentable. Y busqué con el mando otro canal. Me topé, entre los dedicados al deporte, con la entrega de premios del que fuera el más importante y prestigioso de los que se celebraban en España, el Torneo Conde de Godó, patrocinado en la actualidad por el Banco de Sabadell, porque el Conde de Godó debe transcurrir por una época de necesidad económica. Aquel gran torneo –recuerdo hasta una final apasionante disputada por Manolo Santana y Rod Laver–, era el orgullo del tenis español y del club que lo organizaba, el Real Club de Tenis Barcelona. Y recuerdo al anterior Conde de Godó, el que jamás habría permitido que La Vanguardia fuera un medio nacionalista y sus emisoras de radio, separatistas, entregando el gran trofeo de plata al vencedor. Un maravilloso trofeo que se entrega en público y se devuelve en privado, por otra parte.

Hoy le ha superado por todos los lados el Máster Mil de Madrid, con sus competiciones simultáneas masculina y femenina. El Godó se ha convertido en un torneo de entrenamiento con vistas a la temporada sobre tierra batida. Las cenizas del esplendor. Y hay que agradecer la organización de ese entrenamiento –muy escasa la presencia de grandes figuras–, al Banco de Sabadell, porque el actual Conde de Godó, al que el Rey Don Juan Carlos I le dijo cara a cara que se arrepentía profundamente de haberle concedido la dignidad de Grande de España después de oír los contenidos de sus emisoras de radio y leer la zigzagueante línea editorial de La Vanguardia, se limita a aparecer entre los patrocinadores para entregar el trofeo, y su figura también puede encuadrarse en la hoguera ardida del pasado esplendor. El Torneo Conde de Godó resume lo que Cataluña fue y lo que Cataluña es en la actualidad. El sol escondido, el ocaso precipitado que se produce tras la torre del campanario de la aldea.

Y debo reconocer que me entristeció profundamente ese inevitable tobogán del prestigio. De aquel grandísimo torneo apenas queda el regusto del pasado. Y el gran trofeo de plata que se entrega al vencedor con la condición de que lo devuelva. Las cenizas del esplendor.

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