La inutilidad de las comisiones de investigación
Hubiese estado bien que el parlamento español se hubiese ocupado en otoño de 2020 de analizar cómo Sánchez gestionó la pandemia, tal y como se hizo en el Reino Unido y que, posteriormente, acabo costándole el puesto al premier Boris Johnson
Los políticos son incapaces de prescindir de lo inútil. Forma parte de su personalidad, por eso cometen tantos errores. Lejos de mí, de todos modos, arreciar con mis críticas contra los políticos. Son necesarios y si fuesen buenos serían una bendición, al fin y al cabo, trabajar por el bien común es una de las tareas más nobles del ser humano. No es el caso de esta generación. Estamos ante la clase política menos formada de la historia y a la que no adornan ni acompañan principios ni valores. Solo hay que ver como Sánchez ha blanqueado a los herederos de ETA o como la sociedad vasca camina hacia su suicido por culpa de su clase dirigente.
Vayamos de todos modos a lo que hoy nos ocupa: la inutilidad de las comisiones de investigación del Congreso y del Senado. Ni siquiera van a servir de caja de resonancia. Es una pérdida de tiempo, ya que actuando sobre esa materia la Justicia, los parlamentarios poco pueden hacer y decir. Nada provechoso se va a sacar de aquí y como consecuencia todo, el debate será baldío. Las comisiones de investigación deben ser cuando menos oportunas. Por ejemplo, hubiese estado bien que el parlamento español se hubiese ocupado en el otoño de 2020 de analizar cómo Sánchez gestionó la pandemia, tal y como se hizo en el Reino Unido y que, posteriormente, acabo costándole el puesto al premier Boris Johnson. Claro que aquel es otro país, otra democracia, y por mentir se sale del Gobierno. Qué decirles de lo que ocurre aquí, donde la mentira se ha convertido en moneda de cambio habitual. Por eso nos parecemos más a la Venezuela de Maduro que al Reino Unido.
Hace años que aprendí que en la vida todo lo innecesario es un error. Y aquí estamos en el desatino del infecundo esfuerzo de diputados y senadores tratando de llevar a cabo un ajuste de cuentas entre derecha e izquierda para tedio de los ciudadanos desinformados y desesperación de los informados. Koldo merece la presunción de inocencia, tiene razón, como la merecían centenares de personas cuyas vidas y trayectorias han quedado destrozadas por las imperfecciones de un sistema que evidencia la pésima calidad que hoy tiene la democracia española.