La decadencia ética de TVE
La evidencia de que en TVE no hay neutralidad ni es un servicio público para los ciudadanos es el último espectáculo con Elena Sánchez, José Pablo López y Broncano por medio
La evidencia de que vivimos malos tiempos en la democracia española es el hecho de que este Gobierno que padecemos se dedica más a la propiedad, al control material de las cosas, que al intangible –pero fundamental– espíritu democrático que debe acompañar a toda sociedad avanzada. Están más en mantener el control de RTVE que en aportarles a los españoles una herramienta cultural y de comunicación que coadyuve a que seamos mejores, más cultos y estemos bien informados. El último escándalo protagonizado por la cúpula ya cesada de RTVE no puede ser más cutre por un lado y más revelador por otro de cómo se administran las fincas que deberían ser propiedad de toda la ciudadanía.
La televisión pública española es una finca manifiestamente mejorable. Además, es carísima y ha alcanzado en estos años su mayor grado de sectarismo. Podemos decirlo todos nosotros, ya que al fin y al cabo la mantenemos con nuestros impuestos, que en España no son precisamente bajos. Con esos impuestos, que estos días puede analizar en su nómina, se va a pagar un contrato multimillonario para fichar a un comunicador, en cuyas virtudes no me voy a detener, que tiene como objetivo único tratar de contraprogramar a otro, Pablo Motos, que se mantiene crítico con Sánchez, a quien voy a dejar de calificar, porque sus obras hablan sobradamente de él. Todo está orientado en una sola dirección. Ahora bien, un canal público de televisión no puede estar al servicio de la causa de un partido determinado, en este caso el PSOE. O nos trabajamos en serio la neutralidad de los medios públicos o seguiremos ahondando en la putrefacción de nuestro sistema político, a lo que ha contribuido Sánchez más que nadie.
Los impuestos son para muchos una coacción, para otros un latrocinio y para muy pocos un tributo. Son tres conceptos distintos. Ninguno de ellos puede ser utilizado para envenenar la convivencia entre españoles, como últimamente viene ocurriendo con determinados medios públicos. Sean valientes y abran un debate sobre esta cuestión y profundicen en modelos más equitativos. La evidencia de que en TVE no hay neutralidad ni es un servicio público para los ciudadanos es el último espectáculo con Elena Sánchez, José Pablo López y Broncano por medio.
Como nota final, sería bueno, al igual que en el párrafo anterior distinguíamos entre los significados de tres palabras distintas, que la expresión «progresista», tan utilizada por una izquierda retrógrada, fuese empleada con más precisión por el común de los ciudadanos. La señora Concepción Cascajosa, presidenta interina de este nuevo cirio, además de declararse militante del PSOE, se autoproclama «progresista». Lo siento, pero ya no, será usted de izquierdas y podrá autodenominarse como quiera, pero que sepa que el progresismo es cualquier cosa menos lo que su partido practica en la España actual.