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El astrolabioBieito Rubido

Las cegueras políticas

Es cierto que con la ley en la mano ahora mismo no puede convocar elecciones. Tampoco lo haría, aunque pudiese. Ha decidido apagar sus ojos para no ver la aflicción de los españoles

Actualizada 01:30

Es más ciego el que se empeña en no ver la realidad que los que están privados de la vista de nacimiento o accidente. En la política española actual hay una persona que ha renunciado a ver la realidad del país que gobierna, se llama Pedro Sánchez. Su contumaz comportamiento de mirar a otro lado está llevando a su partido a la irrelevancia. Los resultados de Galicia no son la excepción. El PSOE también es la tercera fuerza en Madrid y no gobierna en prácticamente ninguna autonomía, excepto en tres: Castilla-La Mancha, Asturias y Navarra. En esta última comunidad lo hace siguiendo la hoja de ruta de los independentistas y filoterroristas de Bildu. Además, ha perdido las últimas elecciones generales y, desde que se presenta, su partido cosecha los peores resultados. De lo que se concluye que los españoles no le quieren. Pero es que él, además, no se deja querer.

Esperábamos una autocrítica, un lamento, un propósito de enmienda, una reflexión acerca de lo que los socialistas pueden ofrecer a los españoles, más allá de ese suicidio colectivo que nos propone con la amnistía; una norma que representa una traición al proyecto democrático y constitucional del conjunto de los españoles. Como única reflexión ha propuesto el suicidio del PSOE. Menudo líder tienen los socialistas, que no alberga más ocurrencia que la inmolación de su partido a manos de los independentistas. Ni una sola palabra de autocrítica. Me recuerda a sus reflexiones engoladas de la pandemia, cuando se negó a pronunciar consuelo alguno que ejerciera como bálsamo para los familiares de los muertos de la covid. El mismo silencio con el que despreció a los familiares de los guardias civiles asesinados en Barbate.

Es cierto que con la ley en la mano ahora mismo no puede convocar elecciones. Tampoco lo haría, aunque pudiese. Ha decidido apagar sus ojos para no ver la aflicción de los españoles. El domingo le enviaron un mensaje, pero tampoco lo escuchó. Está ciego y sordo. No es el único que padece esa enfermedad emocional que es la insensibilidad de no ver todo cuanto acontece a tu alrededor. El domingo pasado pudimos ver a unos cuantos ciegos que siguen dando mamporrazos al aire, al renunciar al lazarillo que le podría susurrar al oído alguna verdad.

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