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El astrolabioBieito Rubido

Ya son otros los que recogen las nueces

La prioridad de Bildu no es mandar ahora en la tierra vasca, sino devolver a sus casas a los casi trescientos asesinos que todavía penan en las cárceles

Actualizada 23:57

El PNV no quiso derrotar a ETA y ahora su brazo político está a punto de echarlo del Gobierno del País Vasco. Son las paradojas de la historia. ETA movía el árbol con sus asesinatos y el PNV de Arzalluz recogía las nueces de los privilegios que los gobiernos centrales iban cediendo, a medida que los ciudadanos ponían su sangre y su vida. ETA o Bildu, que tanto monta uno como otra, tienen una hoja de ruta muy bien definida. Hay que decir que nunca engañan; suelen decir lo que piensan y piensan lo que hacen. Su prioridad no es mandar ahora en la tierra vasca, sino devolver a sus casas a los casi trescientos asesinos que todavía penan en las cárceles. Saben que sacarlos a la calle, que vuelvan con sus familias, solo es posible de la mano de Sánchez. Nadie hasta ahora se atrevió a la ignominia de pactar con los asesinos de ETA. Nadie, salvo Sánchez.

Bildu sabe que si el PNV es desalojado del gobierno autonómico, podría, casi seguro, retirar el apoyo a Sánchez en el Congreso de los Diputados y por eso, a día de hoy, prefiere que PSOE y PNV se entiendan tanto en Vitoria como en Madrid. Ya llegará el momento de gobernar, cuando no haya presos y Navarra forme parte de la ensoñación de la arcadia vasca que nunca existió. El criterio de la verdad y el rigor histórico han desaparecido de la vida política de España. Sánchez los arrumbó, aunque él también es hijo de un tiempo donde el bien moral de la verdad ha desaparecido. Las elecciones vascas de ayer fueron la constatación de que ya estamos en la degeneración de Occidente, profetizada por Spengler hace cien años. Ahora ya es algo cierto. Los asesinos ya recogen las nueces del árbol.

El País Vasco vive momentos críticos. Los jóvenes están seducidos por el relato de la violencia de ETA, algo nefasto para la sociedad vasca. Ahora bien, fíjense en este dato: el 86 por ciento de los vascos, según el euskobarómetro, nunca participó durante los cincuenta años anteriores en manifestación alguna sobre ETA, ni a favor ni en contra. Solo el quince por ciento de la población salió a las calles y a la palestra pública a decir algo, a favor y en contra. Eso retrata muy bien la degradación moral de un país, que corre paralelo al declive económico, pese al espejismo de una economía dopada por el cupo. Los pueblos casi siempre tienen lo que se merecen. Nada que celebrar.

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