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Agua de timónCarmen Martínez Castro

Una irresponsable astracanada

Tanta escenificación, tanto misterio y tanto dramatismo ha derivado en una insólita tomadura de pelo colectiva

Actualizada 12:38

De todas las opciones que tenía ante sí, Pedro Sánchez ha escogido la más ridícula: pegar un petardazo y demostrar el poco respeto que tiene a las instituciones, a su partido y al conjunto de la sociedad española. Tanta escenificación, tanto misterio y tanto dramatismo ha derivado en una insólita tomadura de pelo colectiva. Ni siquiera se tomó el trabajo de elaborar un discurso con un mínimo de grandeza o con argumentos aceptables. Durante la pandemia hubo alocuciones con mayor altura intelectual que la intervención de esta mañana en Moncloa.

Quienes sospecharon que toda esta astracanada estaba preparada desde el principio como una operación de imagen tienen motivos más que sobrados para seguir pensándolo. Aunque es difícil ver el provecho político que semejante muestra de irresponsabilidad ha podido traer a la imagen de Pedro Sánchez. Después tanta incertidumbre, con historia de amor incluida, lo de hoy solo mueve a la chanza o a la indignación.

Incluso sus veladas amenazas, conviene tomárselas con la misma distancia con la que la mayoría de la sociedad se tomó su supuesta dimisión. Ni Sánchez ni sus socios tienen la fuerza suficiente para acabar con la prensa libre o con la justicia independiente. Los periodistas seguirán informando con libertad de aquello que consideren oportuno y los jueces seguirán actuando con absoluta independencia.

En cuanto a la polarización, tampoco es ninguna novedad en un presidente que ha hecho del guerracivilismo su bandera política. Lo único nuevo en este episodio es el aroma a corrupción. El mismo personaje que expulsó sin miramientos a José Luis Ábalos, ahora ha exigido a su partido impunidad para su esposa. Es lo que tienen los caudillos: disfrutan ejerciendo el poder en la pura arbitrariedad.

Al final, todo esto no ha sido más que la pataleta de un narcisista irritado ante la falta de compromiso de su partido con sus particulares problemas domésticos; un nuevo episodio de esa relación tóxica de Pedro Sánchez con su maltratado partido. Los socialistas dijeron el sábado «Begoña estamos contigo y con tus negocios» y el César de Moncloa les levantó el castigo.

Seguimos sin tener una explicación convincente sobre las andanzas de Begoña Gómez, pero hemos tenido al país en suspenso, se ha utilizado la figura del Jefe del Estado, se ha dado un espectáculo en la prensa internacional, se ha desatado una campaña contra jueces y periodistas e incluso se ha obligado a los socios parlamentarios a tomar posición en este ridículo show.

Sanchez no se va porque donde mejor se puede defender de sus problemas de corrupción es en el gobierno. Todo lo demás sobraba. Pero a estas alturas ya nada sorprende de este personaje. Ha vuelto a demostrar lo que siempre ha sido: un insensato sin escrúpulos. En un reciente debate parlamentario Pedro Sánchez se carcajeó en la cara de Núñez Feijóo, hoy lo ha hecho en la cara de todos los españoles.

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