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Unas líneasEduardo de Rivas

Puigdemont, ¿astuto o cobarde?

El prófugo puede jugar aún la carta de cruzar la frontera y presentarse en La Junquera para ser detenido tres días antes de votar y arrasar en las urnas

Actualizada 01:30

La política de hoy va de golpes de efecto, de llamar la atención, de captar las cámaras más que el otro y de ganar el relato. Da igual que sea cierto o que sea un bulo -ahora que está tan de moda la palabra-, lo importante es que tu parroquia lo asuma como verdadero y repita el mantra como borregos que siguen a su pastor.

Quedan siete días para votar en Cataluña y Sánchez ya ha quemado sus naves. No podía permitir que la campaña la monopolizaran los negocios turbulentos de su mujer, así que se inventó una carta que paralizó el país y centró el foco en si continuaría o no en lugar de en su señora. No le salió la jugada tan bien como esperaba, porque internacionalmente se empezó a hablar de corrupción en el colchón de Moncloa. Se pasó de frenada el presidente, que de tan feminista que es ni le consultó la misiva a su esposa. Algo tendría que opinar, digo yo, si la iba a poner en el disparadero, así que o no es tan feminista o aquello no era cierto y mintió descaradamente una vez más. Ninguna de las opciones es descartable.

El circo montado por el PSOE se criticó hasta en sus medios mas acólitos, pero a Illa le ha servido para ganar algún escaño que otro en su pugna por la Generalitat. Como si la fuera a conseguir, porque para ser president necesitaría el beneplácito del que maneja los hilos desde Waterloo, y ahora desde el sur de Francia. El prófugo es el perejil de todas las salsas porque nunca antes siete votos fueron tan necesarios y, aunque todos pensamos que cuando Sánchez pactó con Bildu vendió su alma al diablo, cuando la empeñó realmente fue al entregarse a Puigdemont. Porque Bildu necesita a Sánchez para tener presencia, pero Puigdemont en realidad quiere ver a Feijóo en Moncloa para tener una excusa para incendiar Cataluña.

En sus manos está lo que pueda pasar en una semana. Sánchez ya dio su golpe de efecto, pero el prófugo puede jugar aún la carta de cruzar la frontera y presentarse en La Junquera para ser detenido tres días antes de votar. Los Mossos -controlados por ERC- lo arrestarían, el juez Llarena -del malvado Estado de Pedro Sánchez- lo haría declarar para después dejarlo libre como ya ocurrió con Ponsatí y él arrasaría en las urnas. Esa estrategia solo cojea si la amnistía no acaba entrando en vigor, porque le podría costar entonces un tiempo entre rejas. La fama de cobarde le persigue y habrá que ver si es o no mayor que su astucia, pero en cualquier caso el futuro de la Generalitat pasa por lo que él quiere hacer con ella.

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